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Muchas veces, durante la oración, tomamos la iniciativa y presentamos a Dios todas nuestras necesidades y deseos, desahogando ante Él nuestro corazón. Durante la oración contemplativa suele ocurrir lo contrario. Esperamos y escuchamos a Dios y su voz oculta.
El Catecismo de la Iglesia Católica explica este aspecto de la oración contemplativa:
“La oración contemplativa es escucha de la Palabra de Dios. Lejos de ser pasiva, esa atención es la obediencia de la fe, la aceptación incondicional de un siervo y el compromiso amoroso de un hijo”.
CIC 2716
Escuchar como la Virgen María
Escuchar puede resultarnos difícil, ya que tendemos a querer hacer siempre algo durante la oración.
La clave está en escuchar como la Virgen escuchaba a Dios:
[La oración contemplativa] participa del “Sí” del Hijo hecho siervo y del Fiat de la humilde sierva de Dios.
CIC 2716
Esta escucha nos obliga a ir más despacio y a abrir la puerta para que entre Dios.
La oración contemplativa no es un tipo de oración que se pueda probar a la ligera, sino que debe implicar un esfuerzo de conciencia para hacer una pausa y escuchar la voz de Dios.
El silencio es esencial
La oración no siempre tiene que ser silenciosa. De hecho, la mayor parte de la oración suele ser bastante ruidosa, como la oración en la Misa, o cuando se reza en común con otras personas.
Sin embargo, si quieres dedicarte plenamente a la oración contemplativa, tendrás que dedicar tiempo a la oración silenciosa.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma algo esencial: “La oración contemplativa es el silencio, ‘símbolo del mundo futuro'” (CIC 2717).
El Catecismo vincula, además, la oración silenciosa con la oración de amor:
Las palabras en la oración contemplativa no son discursos sino ramillas que alimentan el fuego del amor. En este silencio, insoportable para el hombre “exterior”, el Padre nos da a conocer a su Verbo encarnado, sufriente, muerto y resucitado, y el Espíritu filial nos hace partícipes de la oración de Jesús. (CIC 2717).
Alejarse de las distracciones
Este tipo de oración puede ser a menudo el más difícil, ya que requiere que encontremos un lugar donde haya pocas distracciones y poco ruido audible.
A veces nuestra casa puede estar en silencio, pero muchas veces solo podemos encontrar silencio yendo a una capilla de adoración o a una iglesia vacía.
También tenemos que preparar nuestro corazón para el silencio tratando de calmar el aluvión de pensamientos que corren por nuestra mente.
Muchos de nosotros no seremos capaces de acallar nuestros pensamientos interiores, especialmente la primera vez que nos dedicamos a la oración contemplativa.
La clave es no rendirse y ofrecer a Dios nuestro tiempo de oración, buscando escuchar su voz en el ruido de nuestro corazón.