Dejan Horvat, sacerdote y agricultor que trabaja en dos parroquias de Croacia, representa una inusual pero inspiradora combinación de sacerdocio y agricultura. Ordenado en el año 2000, Horvat lleva 24 años compaginando su misión como sacerdote con el cuidado de más de 100 hectáreas de tierra cultivable y bosque, cuidando más de 30 cabezas de ganado y 14 caballos. Y también es muy bueno con la motosierra.
Un alumno de primaria que quería ser cura
Dejan Horvat, de Strehovci, una pequeña aldea de la parroquia de Bogojina, está vinculado a la vida rural desde su infancia. Su época de monaguillo y su hermosa relación con un sacerdote le inspiraron para ser cura. Aunque nunca planeó ser agricultor, esta pasión se desarrolló en él a una edad temprana.
“Era monaguillo todo el tiempo y estaba constantemente conectado con la parroquia. El cura de entonces era muy bueno hablando con nosotros y consiguiendo que nos uniéramos. Teníamos una relación muy buena. Nos dio una buena introducción al trabajo de un sacerdote. Después de algunas conversaciones, ejercicios de monaguillos y ejercicios espirituales, empecé a aprender cada vez más sobre esta vocación. Ya de estudiante de primaria me gustaba ayudar a la gente y trabajar el campo con un tractor. Por aquel entonces nunca imaginé que, como sacerdote, algún día tendría mi propia granja”, recuerda Horvat.
Un agricultor que ama la tierra
El hecho de que los lugareños de más edad empezaran a dejar de trabajar la tierra le impulsó a empezar a cultivar unas cuantas hectáreas. Con el tiempo, su explotación se amplió a unas 100 hectáreas. Las tierras son propiedad de la parroquia, y algunas del Estado.
Cuida 34 vacas y 14 caballos, pero a pesar de sus compromisos, encuentra tiempo para descansar los domingos. Aun con su apretada agenda, señala que siempre surge algo entre medias que altera sus planes. Lo ha asumido y lo considera parte integrante de la vida laboral.
“Ése es el trabajo de un cura y de un agricultor. A veces, cuando los demás en el pueblo ya duermen, me pongo a trabajar arando y empacando. Tengo que aprovechar al máximo cada momento. A menudo bromeo diciendo que el tractor es mi celda en el monasterio. Algunos patriarcas tienen celdas fijas y otros tenemos celdas itinerantes. También tengo mucha ayuda de mi cuidador. Si no puedo hacerlo yo, él arregla las cosas y da de comer al ganado”.
No obstante, le gusta mostrar su granja y su experiencia a los demás. Dice que las familias vienen de visita para que los niños aprendan sobre los animales, lo que da a la granja un aire familiar y comunitario.
Entrelazar las funciones sacerdotal y campesina
Horvat subraya que la agricultura y el sacerdocio son su modo de vida. “Todo este trabajo me hace sentirme aún más realizado (…) cuando vienes aquí y ves toda esta naturaleza y estas tierras, es muy diferente. La agricultura, aparte de mi vida sacerdotal, me mantiene en cierta condición y en convivencia con la naturaleza y los animales. Uno no debe avergonzarse de tener las manos sucias con tierra o estiércol. Dios nos lo puso en la cuna”.
Huellas en el camino
Durante la entrevista, Aleteia preguntó si alguna vez había faltado a un servicio por motivos de trabajo. Respondió con una sonrisa: “Eso también pasa”.
“Estábamos talando árboles alrededor de una parroquia de Gornji Senik (Hungría). La gente temía que el viento lo derribara sobre la parroquia, así que decidimos limpiarla. Utilicé un tractor para llevar las ramas a mi casa de Eslovenia y convertirlas en astillas. Cuando llegué al pueblo, los lugareños me dijeron que algo iba mal porque la policía iba y venía por el pueblo. Oí una sirena y la policía me paró. Me interrogaron sobre de dónde había traído esto y adónde iba.
Me retuvieron tanto tiempo que llegué treinta minutos tarde a Misa. A veces, si me entretienen trabajando en la granja o en el bosque, llamo a los feligreses y aplazo la Misa vespertina quince minutos, y no hay ningún problema. Estas son las ventajas de las parroquias pequeñas”.
Tiempo de pausa y descanso
Con todo el trabajo que hace, a veces se olvida de descansar. Pero cuando encuentra una hora libre al día, es en el tractor donde más disfruta y se relaja. “Es cuando descanso la mente. También me gusta pasar tiempo con mis amigos y con el párroco de la parroquia vecina. A menudo comemos juntos y charlamos un poco”.
¿Vestido sacerdotal o de trabajo?
A la pregunta de si prefiere el hábito de sacerdote o el de agricultor y silvicultor, responde que ninguno de los dos debe anteponerse a la vocación sacerdotal.
“Incluso cuando es tiempo de siega y tengo más trabajo en el tractor que en la parroquia, sigo estando contento de llevar el tallit todos los domingos. Me gusta estar en compañía sacerdotal. Esa es mi base.
A algunos sacerdotes les gusta montar en bicicleta y caminar por las colinas, pero a mí me gusta ponerme la ropa sucia de trabajo o de silvicultor y sentarme en el tractor o entusiasmarme con el nuevo ternero. No hay nada mejor que sembrar un campo y esperar a ver qué crece y qué da la tierra. En el mundo moderno, la gente se olvida de este contacto genuino con la naturaleza. Para mí, es una riqueza”.
¿Pastor del rebaño en la iglesia o en el establo?
Ante la pregunta sobre si es más fácil ser “pastor del rebaño en la iglesia o en el establo” el sacerdote responde bromeando que “depende del día”.
“A veces el ganado es caprichoso. Todo depende del enfoque y la actitud que tengas tanto con las personas como con los animales. Estoy aquí por la gente”, concluye.