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La Cuaresma es un tiempo litúrgico que conmemora los 40 días que Jesucristo pasó ayunando en el desierto y soportando la tentación de Satanás, según los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas. A lo largo de este tiempo, la sabiduría de los grandes ascetas (aquellos que dedicaron su vida a la verdadera autodisciplina) puede ofrecer una valiosa orientación.
El poder transformador de la Cuaresma
San Agustín, pilar de la Iglesia primitiva, insiste en el poder transformador de la Cuaresma. En sus Confesiones, habla constantemente de la comida, aunque la mayoría de las veces en sentido metafórico. Por ejemplo, se refiere a la memoria como “el estómago del alma”. En consecuencia, nos recuerda que el ayuno no se refiere solo a la comida, sino a lo que llevamos “dentro”: nuestros pensamientos, nuestros recuerdos, nuestro yo más íntimo.
No hace falta resaltar que cuando vemos “dentro” de nosotros mismos tenemos la oportunidad de profundizar en nuestra relación con Dios.
Por supuesto, no todo ocurre “en el interior”. San Francisco de Asís, conocido por su vida sencilla y su profundo amor a Dios, insiste en la importancia de la renovación interior, pero desde un punto de vista activo. Es decir, la suya es una llamada a otro tipo de acción. En las “Florecillas”, una colección de leyendas y folclore que surgió tras la muerte de San Francisco, encontramos a este aconsejando a sus hermanos que “empiecen a hacer lo que quieren acabar haciendo”.
La Cuaresma es una oportunidad para desarrollar hábitos que alimentarán nuestra fe mucho después de que termine el tiempo.
Padres y Madres del Desierto
Los Padres y Madres del Desierto, primeros ermitaños cristianos que vivieron vidas de austeridad, ofrecen consejos prácticos para la Cuaresma. San Antonio el Grande, considerado el padre del monacato, aconseja: “Que no pase ningún día sin hacer algún trabajo para Dios”. Evidentemente, esto resuena con la tradición católica de oración y reflexión diarias durante la Cuaresma, pero es un consejo que puede (y debe) aplicarse durante todo el año.
San Serafín de Sarov, venerado santo ruso, da a la Cuaresma un toque especial. Nos recuerda la alegría en el corazón de la Cuaresma. Dijo: “Adquiere el espíritu de paz, y miles se salvarán a tu alrededor”.
Camino de paz espiritual
De hecho, nuestro propio crecimiento espiritual durante la Cuaresma no pretende ser una carga, sino un camino hacia una paz más profunda y un mayor sentido de la presencia de Dios en nuestras vidas. Y, como te habrás dado cuenta, esa presencia irradia.
A menudo, cuando nos encontramos con alguien que se ha consagrado a Dios, podemos sentir algo distintivo, un tipo especial de alegría. Este sentimiento de alegría es coherente con la concepción católica de la Cuaresma como preparación para la gloriosa celebración de la Pascua.
Incorporando la sabiduría de estos ascetas y sacando fuerzas de las tradiciones católicas de oración, penitencia y limosna, podemos exprimir el jugo de nuestro viaje cuaresmal. Aprovechemos este tiempo para acercarnos más a Dios, para salir de la Cuaresma renovados y dispuestos a celebrar la Resurrección de Cristo.