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Burkina Faso parece hundirse en una espiral de violencia sin fin. Plagado de sangrientos atentados el domingo 26 de febrero, uno de los cuales causó 15 muertos y tuvo como objetivo una iglesia, este país saheliano es presa de una creciente inseguridad vinculada a la propagación del yihadismo. En este contexto, monseñor Justin Kientaga, obispo de la diócesis de Ouahigouya (en el norte del país), ha denunciado las condiciones de vida cada vez más difíciles de la población de Burkina Faso, que obligan a exiliarse a las poblaciones de los pueblos golpeados por los atentados terroristas.
“Las aldeas [principalmente en el norte] están en el punto de mira de hombres armados. Reúnen a la gente fuera y siembran el terror, predicando o matando”, explicó en una rueda de prensa organizada por Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN).
“Luego dan plazos para abandonar los pueblos. Esto hace que la gente se desplace y busque refugio en las grandes ciudades, donde están las fuerzas armadas”, añadió el obispo. Muchas parroquias del norte del estado ya no funcionan, abandonadas por sus sacerdotes y feligreses. En la diócesis de Kaya, por ejemplo, especialmente castigada por la violencia yihadista, se han cerrado ocho parroquias, explica el obispo Kientaga. “En mi diócesis de Ouahigouya, cinco parroquias se han vaciado de fieles y se han cerrado cuatro escuelas”, lamenta Mons. Kientaga.
Hay que decir a los fieles que mantengan el coraje: después de la cruz, vendrá la resurrección”
“Ha habido mártires. En la diócesis de Kaya han matado a sacerdotes mientras celebraban Misa”, prosigue el obispo. Ante la creciente inestabilidad y los ataques a los católicos, el obispo no oculta su incomprensión. “¿Por qué? ¿Quiénes son los que nos atacan? ¿Quién les apoya, qué quieren? No tenemos la respuesta. Pero debemos decir a los fieles que se animen: después de la cruz, vendrá la resurrección”.
Ciudades y pueblos bloqueados
Además del desplazamiento de poblaciones, varias ciudades del norte están bloqueadas por grupos yihadistas. Los suministros de alimentos son especialmente difíciles de conseguir, aunque el gobierno está haciendo “todo lo que está en su mano para entregar alimentos”, según el obispo. El aumento de la violencia y la imposición de la sharia en algunas zonas del país dificultan cada vez más la práctica de la fe cristiana. “Las mujeres se ven obligadas a llevar velo en algunas zonas”, afirma el obispo. Sin embargo, “muchas están dispuestas a huir, pero no a renegar de su fe”. Fuera de las parroquias cerradas, la Iglesia continúa su misión.
“Las parroquias siguen organizando la vida eclesiástica y poniendo en marcha iniciativas para responder a las necesidades espirituales. Se siguen dando los sacramentos. Intentamos vivir nuestra fe con resiliencia”.
Los católicos representan alrededor del 20% de la población de Burkina Faso, de mayoría musulmana. Desde 2014, tras la destitución del presidente Blaise Compaoré, el país se ha visto asolado por grupos terroristas armados (GAT) que han intensificado sus ataques.