Uno de los aspectos más importantes de la oración es la conversión interior del corazón. Jesús mismo insistió en esta idea a sus discípulos en múltiples ocasiones.
El Catecismo de la Iglesia Católica resume esta enseñanza en su sección sobre la oración:
“A partir del Sermón de la Montaña, Jesús insiste en la conversión del corazón: reconciliación con el hermano antes de presentar una ofrenda en el altar, amor a los enemigos y oración por los perseguidores, oración al Padre en secreto, no amontonar frases vacías, perdón orante desde el fondo del corazón, pureza de corazón y búsqueda del Reino ante todo. Esta conversión filial se dirige enteramente al Padre” (CEC 2608).
La enseñanza en el Evangelio
Uno de los ejemplos más claros de esta enseñanza se encuentra en el Evangelio de Mateo:
Por eso, si estás ofreciendo tu ofrenda ante el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete; reconcíliate primero con tu hermano, y luego ven a ofrecer tu ofrenda (Mateo 5, 23-24).
Jesús habló repetidamente contra los que rezaban como hipócritas, fijándose en los signos exteriores de la oración, sin mirar interiormente.
El corazón aprende a orar
El Catecismo continúa diciendo cómo la conversión interior nos abre a la fe:
Una vez comprometido con la conversión, el corazón aprende a orar con fe. La fe es una adhesión filial a Dios más allá de lo que sentimos y comprendemos. Es posible porque el Hijo amado nos da acceso al Padre. Él puede pedirnos que “busquemos” y que “llamemos”, ya que Él mismo es la puerta y el camino (CEC 2609).
La próxima vez que reces, detente un minuto y piensa en el estado de tu propia alma y en lo que necesita conversión.