El jueves 4 de enero, miembros de la comunidad de Buenavista de los Hurtado, del municipio Heliodoro Castillo, Guerrero, reportaron que el crimen organizado utilizó drones para atacar a un grupo de pobladores.
El Centro de Derechos Humanos Minerva Bello asegura que fueron 30 las personas atacadas; de las cuales, 9 personas perdieron la vida calcinadas, alrededor de 14 personas continúan desaparecidas y 6 resultaron heridas.
El director y fundador de este centro es el padre Filiberto Velázquez, con quien Aleteia tuvo una entrevista para conocer la presencia de la Iglesia en los contextos de violencia en el país, particularmente en Guerrero.
El padre Fili comenzó a trabajar con familiares de víctimas de la violencia desde el 2017 en la diócesis de Chilpancingo-Chilapa por un deseo de acompañar a quienes eran afectados por la extrema inseguridad. El obispo Salvador Rangel -ahora emérito- le encomendó esta tarea que nadie más realizaba y desde entonces se ha ocupado de acompañar a familiares de desaparecidos, entre ellos a los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Esta labor que, como él mismo explica, implica “poner el cuerpo en medio del conflicto” lo ha llevado a recibir diferentes amenazas y un atentado del que salió ileso en octubre de 2023. Sin embargo, asegura que, pase lo que pase, se mantendrá en su comunidad. “Yo voy a seguir manteniéndome en este lugar, en esta diócesis que es mi casa”.
“Tocar el dolor constantemente”
El sacerdote comenta que celebrar la Eucaristía en un contexto de extrema violencia, en donde las intenciones siempre son por la aparición con vida de un ser querido o el descanso eterno de las víctimas, es algo muy particular.
“Yo creo que esa vivencia de la Eucaristía es diferente, porque la propia Víctima que se ofrece en la Eucaristía se solidariza con las víctimas que están sufriendo. Entonces hay un sentido muy profundo y muy teológico en celebrar la Eucaristía, en llevar el cuerpo de Cristo y la Palabra de Dios a estas comunidades”.
El acompañamiento que se ofrece a los familiares de las víctimas contempla talleres de manejo emocional y memoria para quienes han perdido a un familiar o tienen a un ser querido desaparecido; así como asesoría jurídica para que obtengan los derechos que la Ley General de Víctimas les otorga, y la celebración de Misas en los aniversarios de desaparición y cumpleaños de los desaparecidos.
“Estoy en la iglesia y anoto las intenciones ‘por la aparición con vida’ o ‘por el pronto regreso de alguien’; anoto esta intención e investigo para ofrecer a las familias el acompañamiento”.
Todas estas acciones tomadas para responder a los fenómenos de violencia son realizadas en sintonía y colaboración con la Iglesia nacional a través de la pastoral social del Episcopado Mexicano, así como otras diócesis, sacerdotes y obispos del país.
“A nosotros no nos interesa ver quiénes son los malos o los buenos. Nosotros, como Jesús, venimos para todos. La Epifanía fue para todos y la redención es para todos. Eso le corresponde a las instituciones de justicia. A nosotros nos corresponde construir la paz. Y eso es lo que hemos hecho”.
Ataque aéreo del 4 de enero
El Centro de Derechos Humanos Minerva Bello informó que hombres armados atacaron a 30 pobladores de la comunidad Buenavista de los Hurtado “con armas de alto poder”. Más tarde circuló en redes sociales un video aéreo que mostraba las imágenes de este atentado. Los informes preliminares aseguraron que se trató de un enfrentamiento entre dos grupos criminales.
El padre Filiberto Velázquez se desplazó hasta el lugar de los hechos, una comunidad de difícil acceso a la que las autoridades no acudieron para realizar sus peritajes. Comentó que, entre las pertenencias que se encontraron en el lugar, había una Biblia que les permitió identificar a una de las personas que habían sido atacadas.
“Entre las cosas que se encontraron alrededor había una Biblia y uno de los pobladores dijo que era de su hija. Uno de estos jóvenes que han tomado las armas -aún eligiendo el mal por, digamos, necesidad o forzadamente- necesitaba que alguien o algo le diera sentido a su vida y lo que decidió tomar fue la Sagrada Escritura. Esto para mí, en verdad, es una de las diferencias. Aún en la oscuridad, aún en el hecho victimal, aún en este contexto, el sentido de la esperanza se hace más presente”.
El mal nunca va a ganar
Para no perder la esperanza en el contexto de violencia que se vive en el país, el padre “Fili” asegura que el ejemplo está en el Getsemaní. “Yo diría que hay que estar alerta; no dormirnos, permanecer en vela con Jesús, esperando. Sí, pasará el trágico trago amargo de la cruz, pero vendrá siempre la resurrección y la vida”.
La esperanza, asegura, es que el mal nunca va a ganar “porque Cristo mismo lo ha vencido”. Por ello, “nosotros debemos ser esos portadores de fe y esperanza de que las cosas van a mejorar; pero no van a mejorar sin que nosotros mismos seamos partícipes activos de ese cambio”.