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¿Cómo viven las órdenes contemplativas más exigentes?

órdenes contemplativas

ThalesAntonio | Shutterstock

Matilde Latorre - publicado el 28/12/23

La vida contemplativa es una forma de vida cristiana que se dedica a la oración, la meditación y el trabajo, siguiendo una regla monástica y bajo la dirección de un superior

Los monjes y las monjas que pertenecen a órdenes contemplativas buscan la unión con Dios y la intercesión por el mundo, renunciando a muchas cosas que para otros son normales o necesarias.

Existen diversas órdenes contemplativas en la Iglesia católica, cada una con su propio carisma, historia y espiritualidad. Sin embargo, algunas de ellas se distinguen por tener unas normas más estrictas que otras, que implican una mayor austeridad, silencio, soledad y penitencia. Estas son algunas de las órdenes contemplativas más exigentes:

1
Cartujos

Son una orden fundada por san Bruno en el siglo XI, que se inspira en el modelo de vida eremítica de los primeros cristianos del desierto. Los cartujos viven en celdas individuales, donde rezan, estudian y trabajan. Solo se reúnen para la Misa, el oficio divino y una comida comunitaria los domingos. Guardan un silencio perpetuo, solo interrumpido por la salutación “Ave María” al encontrarse con otro hermano. Practican el ayuno, la abstinencia y el uso del cilicio. Su lema es Stat crux dum volvitur orbis (La cruz permanece mientras el mundo gira).

2
trapenses

Son una rama de la orden cisterciense que se originó en el siglo XVII en la abadía de La Trapa, en Francia, donde se restauró la observancia estricta de la regla de san Benito. Los trapenses se dedican a la oración, el trabajo manual y el estudio. Viven en clausura, en un ambiente de silencio y soledad. Se levantan de madrugada para rezar el oficio divino y la misa. Siguen una dieta vegetariana y ayunan con frecuencia. Su lema es Ora et labora (Reza y trabaja).

3
carmelitas descalzas

Son una reforma de la orden del Carmen, iniciada por santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz en el siglo XVI, con el fin de volver al espíritu original de los eremitas del monte Carmelo. Las carmelitas descalzas viven en pequeños conventos, donde se entregan a la oración, el trabajo y la fraternidad. Observan la clausura papal, que les impide salir del convento o recibir visitas sin permiso. Guardan silencio la mayor parte del día, excepto en los recreos comunitarios. Llevan un hábito sencillo y sandalias. Su lema es “Con Cristo vivo yo” (Gálatas 2,20).

Estas órdenes contemplativas, y otras similares, son un signo de contradicción y de esperanza en el mundo actual, que valora el ruido, el placer, la comodidad y el éxito. Los monjes y las monjas que las integran son testigos de que hay otra forma de vivir, más radical y más plena, que solo se encuentra en Dios.

Como dijo el Papa Benedicto XVI, “la vida monástica es una llamada a la esencialidad de la existencia cristiana, a la relación con Dios como fundamento y meta de la vida”.

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