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El momento se esperaba con impaciencia. Poco después del despegue, el Papa se levantó de la primera fila, donde seguía sentado, y subió por las filas. Al llegar frente a los periodistas, pronunció unas palabras para “lanzar” el viaje. “Poco tiempo, pero tantas cosas [que hacer, nota de la redacción] en esta ciudad, que es la puerta, la ventana al Mediterráneo”, dijo esta vez a los 67 periodistas de todo el mundo que habían acudido a cubrir la visita del jefe de la Iglesia católica a la ciudad de Marsella.
Después llegó el momento de saludarles uno por uno. Los periodistas esperan esta oportunidad para obtener información directamente del Santo Padre. El Papa no siempre responde a sus preguntas, pero esta vez se mostró más comunicativo, sobre todo cuando le preguntaron por la situación de los inmigrantes llegados en los últimos días a la isla de Lampedusa.
“Después de los ‘lager’ [campos] en Libia, los están tirando al mar”, se lamentó, con los ojos húmedos, ante un periodista que le ofreció la fotografía de un joven migrante del África subsahariana. También criticó la “crueldad” y la “terrible falta de humanidad” que entrañan las cuestiones migratorias.
Algunos periodistas le regalan su libro o el último número de su periódico, en el que, por supuesto, aparece en portada. Una colega francesa optó por regalarle un cuadro de Lourdes: “Él no va allí, así que se lo regalo yo”, explicó. Pero la bahía de Marsella ya se veía desde la ventana, y todos volvieron a sus asientos.

