Estamos profundamente solos y solo aparentemente conectados entre nosotros.
Vivimos una soledad que no es solo una cuestión de comunicación, sino sobre todo una cuestión de amor. Sí, estamos cada vez más solos porque estamos cada vez menos dispuestos a amar.
En efecto, el amor es exigente, nos pide que nos inquietemos, que salgamos de nosotros mismos.
El amor nos pide que reconozcamos que no estamos solos, que también hay otros con necesidades y preguntas.
No puede haber relación ni amor verdadero cuando mi interés está siempre en el centro y se convierte en el criterio de toda elección.
El amor es una comunión que nos expropia, porque nuestro ego debe aprender a hacerle lugar a un tú.
Por eso hoy, el Corazón de Jesús nos interpela y nos indica cómo se puede vivir amando.
1El amor es paciente
El amor ha sido derramado en nuestros corazones (Rm 5, 5), pero quizás no lo hemos notado o preferimos silenciarlo.
Esto nos sucede porque el amor también tiene que ver con la tribulación, el sufrimiento, el cansancio, y precisamente, es en ese esfuerzo, donde se produce la paciencia (cf. Rm 5, 3).
Sí, porque el amor no se ve en los grandes sacrificios heroicos, que la vida no siempre nos permite hacer, sino en la paciencia de lo cotidiano, en soportar el peso de lo ordinario.
Es esta paciencia ordinaria, este amor de todos los días, lo que nos hace crecer en la virtud, nos hace santos y nos permite no perder la esperanza, no perder el sentido de nuestra existencia, que a veces nos parece tan trivial.
Si somos amorosos, ciertamente la vida no nos parecerá inútil.
2El amor es sobreabundante
El Dios del amor no podía ser una persona aislada, no podía ser el acto puro de Aristóteles, porque el amor solo está dentro de una relación.
Dios Amor no podía ser soledad y Jesús, hecho hombre, tenía que ser muestra de ese amor vivo que es traspasado y expuesto. Ese amor sobreabundante que sale y se entrega por nosotros.
No podríamos amar si ese Amor no habitara en nosotros. No el amor en general, sino el que existe entre el Padre y el Hijo, un amor concreto, hecho de comunión. Un amor en el que no exista la competencia, la venganza o la envidia. Amor que es el Espíritu que habita en nosotros, Amor que es el fuego del Sagrado Corazón.
3El amor es bueno
Podemos descubrir la bondad del Señor cuando miramos su corazón expuesto, que es bueno, que siempre está dispuesto a la humildad y a la misericordia.
El amor del Corazón de Jesús, como nos dice el papa Francisco, “es un amor cuya ternura podemos experimentar y gustar” en cada estación de la vida: en el tiempo de la alegría y en el de la tristeza, en el tiempo de la salud y en el de la enfermedad y las dificultades. Una promesa cierta, hecha por el mismo Jesús, que nos dice:
“Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana”.