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Salomina era todavía una niña cuando sufrió la peor parte de la persecución que la obligó a abandonar su pueblo en el estado indio de Orissa (en el noreste del país) con toda su familia. En 2008, vivía con sus padres en el distrito de Kandhamal cuando una terrible ola de violencia golpeó a las comunidades cristianas entre la Navidad de 2007 y septiembre de 2008. Los disturbios liderados por fundamentalistas hindúes provocaron la huida de 55.000 personas.
Quince años después, Salomina no ha renunciado a su fe, todo lo contrario: en mayo de 2023 eligió la vida consagrada e hizo su primera profesión dentro de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Fátima. La ceremonia de imposición del velo se llevó a cabo en el corazón del pueblo de Sadingia en el distrito de Kandhamal.
“No negaré a mi Señor, que me dio la vida y la fe”
“Durante la violencia de agosto de 2008, Kumar, el padre de Salomina, fue brutalmente golpeado. La pequeña Salomina tenía 5 años”, cuenta a AsiaNews el padre Madan Singh, director del centro social Jana Vikas .
“Cuando la gente los atacó, saquearon su casa, dañaron su propiedad y se llevaron 7 cabras, 5 ovejas y 4 vacas. Querían obligar a Kumar y su familia a negar a Jesús, pero ella les dijo: ‘No negaré a mi Señor, que me dio la vida y la fe. Estoy listo para morir‘”. »
Obligado a abandonar el pueblo, este padre lo dejó todo atrás y se llevó a su esposa y a sus tres hijos. Se refugiaron en el centro social de la ONG Jana Vikas, regentada por las hermanas de la Madre Teresa en Bhubaneswar, capital del estado de Odissa. “Una vez que regresaron al pueblo, los aldeanos amenazaron con matarlos si practicaban el cristianismo. Pero perseveraron en su fe, comenzaron a cultivar la tierra nuevamente y a reconstruir su casa”, continúa el director de la ONG.
Con el paso de los años, creció en Salomina el deseo de una vocación religiosa. La chica decidió ingresar en las monjas.
El día de su ceremonia de imposición del velo, cuál fue su sorpresa al ver la cálida bienvenida que le dieron los aldeanos hindúes, con bailes y música tradicionales. También ayudaron a preparar comidas para invitados y familiares.
Más de 400 cristianos de pueblos vecinos estuvieron presentes en la ceremonia. Un poderoso testimonio de fe que sólo puede ayudar a sanar las heridas que aún abiertas desde los disturbios en Orissa.