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Cristina de Pizán: Escribió el primer libro en favor de los derechos de las mujeres…

Christine_de_Pisan

Public Domain

Sandra Ferrer - publicado el 03/03/23

… y se lo dedicó a la Virgen María

La historia de Cristina de Pizán es la historia de una mujer valiente. Una mujer que vivió en un mundo empeñado en relegar a las mujeres al ámbito doméstico y negarles la posibilidad de valerse por sí mismas. Ella, sin embargo, aprovechó la oportunidad que le deparó el destino y consiguió vivir de su talento como escritora.

Cristina de Pizán nació en la ciudad de Venecia alrededor del año 1364, pero pasó prácticamente toda su vida en Francia. Hasta allí se trasladó con su familia cuando su padre, un reputado científico, fue llamado a servir en la corte del rey Carlos V.

Cristina tenía dos hermanos, pero su padre, Tomaso de Pizán, pronto se dio cuenta de que quien tenía más predisposición y capacidades intelectuales era su hija. Así que, a pesar de las reticencias de su propia esposa, Tomaso se convirtió en maestro de Cristina. Y Cristina aprovechó todas sus enseñanzas. La joven pupila aprovechó también la oportunidad que le brindaba vivir en la corte no solo para acudir a bailes, también para pasar largas horas en la extensa biblioteca de palacio.

“Quienes han acusado a las mujeres por pura envidia son hombres indignos que, como se encontraron con mujeres más inteligentes y de conducta más noble que la suya, se llenaron de amargura y rencor. Son sus celos los que los llevan a despreciar a todas las mujeres porque piensan que de esa forma ahogarán su fama y disminuirán su valía”.

En 1380 se casó con Étienne Du Castel, un secretario de la corte. A pesar de ser un matrimonio concertado, Cristina encontró en Étienne a un compañero de vida con el que tuvo tres hijos. Étienne no solo admiró el talento literario de su esposa, sino que siempre la animó a que no dejara nunca de escribir.

“Dios, que no hace nada que no sea razonable, […] se ha complacido en conceder a las mujeres tantas facultades intelectuales que su inteligencia no solo es capaz de comprender y asimilar las ciencias sino de inventar algunas nuevas”.

Cristina tenía una vida dichosa que se truncó cuando tenía unos veinticinco años de edad. En poco tiempo perdía a su padre y a su marido y se quedó al frente de un hogar con tres niños pequeños y una madre anciana. Llena de deudas y sin recibir los pagos que la corte le debía a su difunto marido, empezó a recibir presiones para que se volviera a casa, pues en aquella época no se concebía que una mujer viviera sola y las viudas eran consideradas mujeres frágiles y desvalidas. Lejos de hacer caso a las voces maledicentes, Cristina trabajó sin descanso hasta que consiguió algo que parecía imposible, vivir de sus escritos.

“Si la palabra femenina fuera tan despreciable y de tan escasa autoridad como algunos pretenden, jamás hubiera permitido nuestro Señor que fuera precisamente una mujer quien anunciara su Resurrección”.

En poco tiempo, Cristina se convirtió en una reputada poeta que fue reclamada para escribir una crónica del reinado de Carlos V. Admirada por muchos, Cristina siguió con su vida de escritora profesional no sin ser consciente de las dificultades que ella y todas aquellas que querían desarrollar su intelecto, se encontraban.

En 1405 escribía la obra que la haría célebre, La ciudad de las Damas, un alegato en favor de la dignidad de la mujer y de la necesidad de permitir su educación. Cristina construyó una ciudad ideal ayudada de tres damas, Razón, Derechura y Justicia, esta última definida como “hija predilecta de Dios, de cuya esencia procedo”.

En esta ciudad solamente podrían vivir “damas ilustres y mujeres dignas, porque aquellas que estén desprovistas de estas cualidades tendrán cerrado el recinto de nuestra Ciudad”. Cristina insistía en que, “por supuesto que no queremos mujeres frívolas y casquivanas, sino de gran mérito y fama”.

Para Cristina, mujer católica y de gran fe, Dios había creado a la mujer no como un ser inferior al hombre, sino que su esencia era igual: “Si el Soberano Obrero no se avergonzó creando el cuerpo femenino, ¿por qué Naturaleza habría de avergonzarse? Decir esto es el colmo de la necedad, y además ¿cómo fue formada la mujer? No sé si te das cuenta de que fue formada a la imagen de Dios. […] El alma, en verdad, Dios la creó tan buena y noble, idéntica en el cuerpo de la mujer y del varón. […] La mujer ha sido hecha por el Soberano Obrero en el Paraíso Terrenal y ¿de qué sustancia? No de vil materia sino de la más noble jamás creada, puesto que Dios la hizo del cuerpo del hombre”.

Lo que diferenciaba a hombres y mujeres en su época era la falta de educación de éstas respecto de aquellos, a los que se les permitía el acceso a la cultura. Pero “si la costumbre fuera mandar a las niñas a la escuela y enseñarles las ciencias con método, como se hace con los niños, aprenderían y entenderían las dificultades y sutilezas de todas las artes y ciencias tan bien como ellos”.

A lo largo del libro, Cristina rescata del pasado nombres de mujeres brillantes, muchas de ellas de la tradición cristiana. Un homenaje que culminaba en la dedicación de su obra, de su ciudad, a la Virgen María: “Te acogemos, Reina del Cielo, con la misma salutación que te dio el ángel y tanto te agradó: ‘Ave María’. El pueblo de las mujeres te pide que te dignes a convivir con ellas. Concédeles la gracia de ser su protectora”.

Cristina instaba a las mujeres a ser dignas de su protección, siguiendo su ejemplo: “Queridas amigas, no malgastéis vuestra nueva dote como esos nuevos ricos que se hinchan de vanidad viendo cómo crece su dinero, sino seguid el ejemplo de vuestra Reina, que se humilló cuando supo que iba a ser la Madre de Dios”.

Cristina vivió el resto de sus días retirada en el convento dominico de Saint-Louis de Poissy, donde su hija había tomado los hábitos. Su última obra fue un extenso poema dedicado a Juana de Arco.

A su muerte, en 1430, sus palabras se extendieron de manera vertiginosa por toda Europa dando lugar a la “Querella de las mujeres”, un debate al que se unieron hombres y mujeres y que fue el inicio de la larga lucha por los derechos femeninos.

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