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Esta es la heredera e hija predilecta de Santa Teresa de Jesús

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Sandra Ferrer - publicado el 20/02/23

María de San José fundó varios conventos, escribió poesía y defendió a las mujeres

La figura de Santa Teresa de Jesús es difícilmente superable. Aun así, entre quienes siguieron sus pasos, destaca quien fuera una de sus más fieles seguidoras. La propia Santa de Ávila la llamaba cariñosamente la “letrera” por su sabiduría y amplio conocimiento de textos humanistas y religiosos.

Ella misma dejó una extensa obra escrita en la que descubrimos a una mujer inteligente, con gran determinación y carácter, que sufrió las vicisitudes provocadas por sus enemigos sin rendirse, defendiendo siempre la obra carmelita impulsada por Santa Teresa, así como el papel de las mujeres en ella y en el mundo. 

Se llamaba María de Salazar Torres y había nacido en Toledo, en 1548. Siendo una jovencita, fue enviada a vivir al palacio de Luisa de la Cerda donde recibió una buena educación. Fue allí, a sus catorce años cuando se cruzó en su vida Teresa de Cepeda y Ahumada. Esta había acudido a consolar a su amiga Luisa tras la muerte inesperada de su marido y se quedó a su lado durante un tiempo.

María sintió desde el primer momento la atracción carismática de Teresa. Ésta, a su vez pronto descubrió en la joven a una muchacha inteligente a la que cogió gran cariño. Teresa dijo de ella que era una mujer con “buen entendimiento” e incluso llegó a afirmar que era “mejor que yo”.

Vocación religiosa

No fue hasta unos años después que María de Salazar sintió la vocación de hacerse religiosa e ingresar en uno de los primeros conventos fundados por su admirada Teresa. El 9 de mayo de 1570 tomó los hábitos en el convento de Malagón y adoptó el nombre de María de San José. Un año después, el 11 de junio de 1571, profesaba sus votos. 

“Monte Carmelo, ilustre, hermoso, bueno,
claro, fértil, alegre y abundoso,
de bienes celestiales te veo lleno,
en ti he hallado paz, gloria y reposo;

eres un paraíso dulce, ameno,
donde mi alma ha hallado aquel dichoso
puesto seguro lleno de contentos,
que no me los perturban mil tormentos”.

Cuatro años más tarde, las dos mujeres se reencontraban en Malagón, parada de un largo viaje de fundaciones que había emprendido la madre Teresa. Alegre de volver a ver a aquella niña convertida en religiosa de su orden, la eligió para que viajara con ella a Sevilla donde fundó un nuevo convento del que nombró priora a sor María de San José.

En aquellos años tuvo que hacer frente a unas acusaciones infundadas de unas monjas que la llevaron ante la Inquisición en un proceso que terminó en su absolución. Fue en su hogar sevillano que María de San José vio por última vez a su querida Teresa, aunque su relación permanecería viva hasta la muerte de ésta en forma epistolar.  

A finales de 1584 volvió a emprender viaje, esta vez rumbo a Portugal donde fundó un convento en Lisboa y asumió el cargo de priora. Su etapa portuguesa fue una de las más felices y productivas en la que demostró ser una buena madre para las monjas del convento.

Mujer de letras

Fue también uno de los momentos más fructíferos para su faceta literaria, escribiendo obras como El libro de recreaciones, Instrucción de novicias y varias obras poéticas de carácter místico. 

“Lejos vaya de mi todo contento,
afuera tierra y afuera suelo,
que sin Dios nada soy ni llevo intento
admitir el más mínimo consuelo”.

En su obra, María de San José defendió la valía de las mujeres, haciendo afirmaciones como esta: “Muchas ha habido que se han igualado y aun aventajado a muchos varones”. Se quejaba también de la constante limitación que tenían en sus vidas. “¿No ves que han tomado por gala tener a las mujeres por flacas, mudables e imperfectas y aún inútiles e indignas de todo ejercicio noble?”.

“¡Somos mujeres! Pregunto:
¿Cómo seremos oídas?
¡Menos nos oirán caídas
en los males que barrunto!

[…]

Salid, hermanas, no temías,
que en tal caso ha de ir ufana
cada cual, de buena gana,
pues que trabajos buscáis.

Pues ¿qué mejor coyuntura
queréis, que en tal ocasión
mostrar pecho y corazón,
que lo demás es locura?

¿Arrinconarnos sin tiento
cuando es razón nos pongamos
con ánimo y resistamos?
Os espantáis ya del viento.

De los gritos y amenazas
no hagáis caudal, pues sabéis
que ayuda cierta tenéis
contra las malignas trazas”.

Defensora del Carmelo

Por aquel entonces Teresa, la madre fundadora, ya había fallecido y empezó un largo calvario para aquellos que no estaban dispuestos a ver desaparecer la esencia del Carmelo. Una de esas personas fue la propia María de San José. Ella tuvo que enfrentarse al padre Nicolás Doria quien pretendía controlar y revisar la esencia de la orden carmelita. La oposición le valió a María ser encerrada en la cárcel conventual en la que, lejos de rendirse, no dejó de escribir. 

“Olvida padres, parientes,
olvida al mundo de versa,
que son cosas lisonjeras,
donde hay mil inconvenientes.

Anda tras lo celestial,
sabe darte buena traza,
huye de lo terrenal,
que, aunque no ensucie, embaraza.

Abrázate con tu Esposo,
en él estén los sentidos
de noche y día embebidos,
no busques otro reposo. […]”.

A la muerte de Doria, regresó a la vida religiosa disfrutando de una paz que volvió a verse truncada ya en el nuevo siglo con la llegada de otro reformador. De nuevo María de San José se negó a renunciar a sus principios. En 1603 fue sacada en secreto del convento y trasladada a Castilla, donde fue recluida en el convento de Cuerva en Toledo. Allí murió nueve días después de su llegada, el 19 de octubre de 1603. 

Atrás dejaba una vida de entrega a la obra de Santa Teresa de Jesús y una producción literaria rica y extensa. El religioso carmelita Jerónimo Gracián de la Madre de Dios dijo de ella que fue “una de las mujeres de mayor pureza, santidad, espíritu, prudencia y discreción que después de la Madre Teresa de Jesús he conocido en la Orden”. 

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