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No sabemos su nombre ni su edad. Más pequeño que los otros niños que se apiñaban detrás de él, el niño de la gastada camisa roja logró colarse por una rendija en la puerta gris de la catedral de Sainte-Thérèse.
¿Cuánto tiempo permaneció así, esperando bajo el dodger de Juba? Con el brazo extendido, los ojos cerrados, ahora toca con la punta de los dedos al pontífice argentino.
Francisco también extiende su brazo. Su mirada está fija en la mano del niño. Un billete. De hecho, es un billete de banco que el niño le entrega. En la foto, el Papa parece estar atravesado por un sentimiento de incomprensión, a menos que también sea una oleada de ternura.
“Quien es pobre y da todo lo que tiene”. Así comentó Andrea Tornielli, director editorial del Dicasterio de Comunicación de la Santa Sede, en Twitter la “foto del viaje”, acercándola a la parábola de la viuda pobre; la que con sus dos moneditas da todo lo que tiene como ofrenda al Templo.