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La agrupación chilena Canto Católico habitualmente se destaca por ofrecernos propuestas de calidad tanto en lo musical como en la producción audiovisual con la que acompañan sus estrenos.
A tono con esta costumbre han estrenado la canción “¿Quién podrá apartarnos de su amor?”. Se trata de una bellísima pieza con música y letra de Juan Guillermo Negrete, inspirada en la Carta a los Romanos 8, 35-39.
La estructura de la canción nos recuerda a los salmos, con una suerte de responso que está anunciado en el título de la obra. Y unas estrofas intercaladas que reflexionan cómo nada (ni la aflicción, ni la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada… Tampoco la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni el presente o el futuro, así como ningún poder ni creatura) puede apartarnos del amor de Cristo Jesús.
Tal como se expone en la página oficial de Canto Católico, el canto se compuso el año 2020 acogiendo el llamado para participar en el concurso de canciones del Disco de Música de Misión País 2021 (Chile).
Originalmente se escribió para dos solistas, coro mixto, cuarteto de cuerdas y guitarra. Pero esta arreglada composición ha sido pensada en el contexto del año a la Familia proclamado por Su Santidad, el Papa Francisco.
“Creemos que la familia es la base de toda sociedad. La realidad familiar está en plena consonancia con lo que expone San Pablo; las dificultades se viven en cada realidad, desde la concepción de una persona hasta su muerte en este mundo; sin embargo, ¿qué nos podrá separar del amor de Cristo?”
Canto Católico
Un coro “familiar”
Desde el punto de vista musical, deteniéndonos en lo vocal, la particularidad de la propuesta estriba en que incluye una solista infantil y un coro de niños. Éstos son primero acompañados por dos adultos solistas y luego también por un grupo vocal de jóvenes adultos, a tono con la propuesta de hacer hincapié en la familia.
El compositor ha sabido alternar felizmente entre estos diversos registros, dándole un color renovado a cada estrofa y cada estribillo. Se evita así que se torne repetitiva en sentido negativo. Y logra que la sencillez de la melodía y sus reiteraciones aporten algo nuevo al oído cada vez.
Los cambios tienen una direccionalidad que además juega con los contrastes. El primer estribillo, por ejemplo, es interpretado por una niña, mientras que la estrofa inmediatamente posterior está a cargo de un barítono.
En el segundo estribillo la niña es acompañada por el coro infantil dando sensación de unidad. (“La idea que se trabaja desde el punto de vista conceptual es que el mensaje de amor va llegando a cada rincón. Y cada vez son más personas las que transmiten este mensaje”, explica el autor). Mientras que la segunda estrofa la canta una joven contra-alto a quien las voces blancas sirven como colchón armónico.
El tercer estribillo lo cantan voces blancas a dos partes, y en la tercera estrofa sucede lo contrario. El coro hace de colchón armónico para que las voces blancas puedan pronunciar las palabras de San Pablo.
El clamor y la alabanza
Finalmente, el último estribillo lo canta todo el coro, incluyendo a niños, jóvenes y adultos y le acompaña la orquesta sinfónica. “Se insiste dos veces en el canto del estribillo para finalizar en un fortissimo, espejo del clamor de un pueblo que alaba a Dios y que pide consuelo durante el tiempo de la prueba”.
En cuanto a la instrumentación que acompaña, se destaca el cuarteto de cuerdas, más allá de los arpegiados iniciales del arpa y la inclusión de vientos y orquestación sinfónica, como se ha dicho, en el interludio instrumental que conduce a la obra a su clímax.
En lo visual, el video comienza en el interior de una capilla con los protagonistas vocales, pero finaliza con una adoración al Santísimo en el atrio del templo. Hace as referencia a una Iglesia “en salida”, tal como nos recomienda el Papa Francisco, frente a un numeroso grupo de familias.