Una frase de Benedicto XVI ayudó a Pablo Delgado de la Serna a experimentar el dolor de muchos años de una forma distinta. Él mismo escribe su testimonio, lleno de fe y alegría sorprendentes... y contagiosas
Empieza un nuevo año, días de planificar proyectos, sueños e ilusiones.
En las próximas semanas me hacen mi 30ª cirugía. Una cirugía que esperamos acabe con mi dolor. Dolor que me acompaña hace más de 4 años al andar y hace 8 meses tengo un gran dolor diario. Me amputaron una pierna y pude salvar la otra y tengo diálisis 6 días a la semana: en su ausencia moriría en una semana. No estoy en lista de espera, que permitiría la llegada de un trasplante que mejoraría infinitamente mi vida. Sería el 4º, lo que añade complicación a su llegada. Con estos mimbres, es difícil mirar al horizonte con la alegría y las ganas deseados.
¿Cómo el Dios bueno y del amor permite tanto dolor desde que nací? Soy hombre de fe y esto me ha creado muchos problemas, dudas e incomprensiones. Hasta que después de hablar con sacerdotes, estudiar, pensar y rezar, me di cuenta de que no es Dios quien manda las cosas, sino quien nos da la gracia para afrontarlas.
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