Esta es la historia de un argentino que vendía cascos y complementos de motocicleta, pero que nunca montó en una. Tampoco había tomado café en casa hasta que se inventó la Nespresso. Tiene nombre épico, Rodrigo Córdoba, así que, haciendo honor a su nombre, esta historia no es menos épica que su protagonista
Todo comenzó cuando Rodrigo vendió su empresa. Se apuntó con sus cuatro hijos mayores -el quinto sólo tiene 4 años- a cursos de cocina. Durante el fin de semana mostraban lo que había aprendido cada uno. Así nació este plan familiar “súper divertido”: que cada uno preparase su pastel favorito, cuenta Rodrigo.
Así es este plan, cocinar desayunos de alta repostería a la carta. Se arman con el delantal y se ponen con las manos en la masa para degustar sus pasteles favoritos. Seguro que usted es capaz de visualizar la alegría y el buen ambiente de estos “cocinillas”. Y, en efecto, también es capaz de imaginar cómo quedaba luego la cocina.
El matrimonio se pasaba cuatro horas limpiando cacharros, bandejas, utensilios varios… vamos, lo que sería la trastienda de Masterchef.
Corre el mes de abril de 2016. Un día, mientras estaban en plena creación culinaria, los ojos de Rodrigo se pararon en la Nespresso. ¡Eureka! La idea se iba formando en su mente inquieta. ¿Sería posible crear una “nespresso” para alta repostería? ¿Una cápsula de pastel? ¿Que se cocinasen en menos de 10 minutos?, ¿no tener que limpiar una cocina sucia como si hubiese pasado el demonio de Tasmania?
De plan familiar a empresa
“Nuestros desayunos y meriendas parecían los de un hotel cinco estrellas: cheescake, applecramble, scons, panqueque, cookies… Llegaban los amigos de la familia y en dos minutos desaparecía toda la repostería”.
“¡Cómo le gusta esto a la gente! -pensó Rodrigo- pero a las personas no les gusta cocinar o no tienen tiempo para hacerlo”.
Entonces fue el momento Eureka: por qué no fabricar una maquinita en la que pongas una cápsula de repostería y así no se monta semejante lío en la cocina. Así surgió la idea en 2016.
¿Una locura?
Empezó a escuchar la opinión de profesores que había conocido en un curso de dirección impartido por la escuela de negocios IAE Business School, amigos que habían estudiado marketing, etc.
A unos les parecía una idea original y simpática que podía funcionar. Otros pensaron que era una locura, que no podría funcionar. Mantuvo muchas reuniones en las que le daban consejos. Recuerda uno en especial, cuando un profesor le dijo que necesitaba un ingeniero en alimentos. “¿Ingeniero de qué? No sabía que existían”.
A partir de ahí, pensó qué perfiles necesitaba porque no tenía experiencia en este sentido y montó el equipo: pasteleros, ingenieros en alimentos, mecánicos, industriales, eléctricos, una empresa especializada en la fabricación de cápsulas, especialistas en branding y marketing… En Nespresso también le brindaron algunos consejos.
En agosto de 2016 comenzó la aventura. Invirtió todo el capital procedente de su anterior empresa. Tigoût, el nombre de la empresa, es la abreviatura de petit goût, pequeños gustos, en francés.
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