Ya es tan habitual cuando estamos en la calle sentir a alguien que blasfema contra el Cuerpo de Cristo, contra su Santa Madre María, o algún santo…
Es también normal en el lenguaje del que lo dice, por ignorancia, o simplemente por no conocer a Dios, ni sus mandamientos: «No tomarás el nombre de Dios en vano».
A veces, también a los que conocemos a Dios, llevados por esa mala costumbre, y de una «normalidad» poco de normal, o llevados por la ira, se nos escapa una blasfemia.
Si eso te ocurre o escuchas a alguien que blasfema, puedes decir esta oración que nos enseñó el papa Pío XII:
Oh augusta Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo–
que, aun desde toda la eternidad en Ti y por Ti infinitamente feliz,
te dignas aceptar con bondad
el homenaje que se eleva desde la creación del universo a tu altísimo trono;
distrae, te rogamos, tus ojos y aparta tu divino oído de aquellos desdichados que,
cegados por la pasión o llevados por un impulso maligno,
blasfeman inicuamente tu nombre y el de la purísima Virgen María y los santos.Detén, Señor, el brazo de tu justicia,
que podría reducir a la nada a los que se atreven a ser culpables de tal amplitud.Acepta el himno de la gloria, que sube incesantemente de toda la naturaleza:
desde el agua de la fuente que fluye límpida y silenciosa,
hasta las estrellas que brillan y giran con inmenso giro,
movidas por el Amor, en los altos cielos.Acepta en reparación el coro de alabanzas que, como incienso ante los altares,
se elevan de tantas almas santas que caminan, sin extraviarse jamás,
por los caminos de tu ley
y con asiduas obras de caridad y penitencia tratan de apaciguar tu justicia ofendida.Escucha el canto de tantos espíritus escogidos que consagran su vida a celebrar tu gloria,
la alabanza perenne que la Iglesia te ofrece a todas horas y bajo todos los cielos.Y que un día, cuando los corazones blasfemos se conviertan a Ti,
todas las lenguas y todos los labios sirvan para cantar en armonía aquí abajo
ese canto que resuena sin fin en los coros de los ángeles:
Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos.
Los cielos y la tierra están llenos de tu gloria.¡Que así sea!
Fuente: vatican.va