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El Papa: «El hombre no es el lugar que ocupa, sino la libertad de la que es capaz»

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Handout / VATICAN MEDIA / AFP

Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 28/08/22

El pontífice presidió la misa con motivo de la 728ª Perdonanza Celestiniana, que se celebra del 23 al 30 de agosto en la capital de los Abruzos, Italia. En esta tierra golpeada por el terremoto de 2009, dijo: “Podéis atesorar el don de la misericordia porque sabéis lo que significa perderlo todo”.

«El hombre no es el lugar que ocupa, sino la libertad de la que es capaz», dijo el Papa en su homilía con motivo de la misa que presidió en el patio de la Basílica de Santa María en Collemaggio (L’Aquila) este domingo, 28 de agosto de 2022. 

Además afirmó que demasiadas veces pensamos que «valemos según el lugar que ocupamos en este mundo» e invitó a dar testimonio de la misericordia recibida, a pesar de los “terremotos” que golpean cada una de nuestras vidas. Palabras usadas como una metáfora del dolor y destrucción que tuvo lugar en l’Aquila en 2009. 

El Papa manifestó su cercanía hacia las familias que lo perdieron todo durante el seísmo. «Podéis atesorar el don de la misericordia porque sabéis lo que significa perderlo todo, ver cómo se desmorona lo construido, […]sentir el desgarro de la ausencia de los seres queridos. Podéis apreciar la misericordia porque has experimentado la miseria».

El hombre no es el lugar que ocupa

«El hombre no es el lugar que ocupa, sino la libertad de la que es capaz», dijo Francisco que vistió paramentos litúrgicos blancos. Sin embargo, advirtió, hay una campana de alarma que nos indica si vamos por el camino equivocado, y es el Evangelio de hoy el que nos lo recuerda (cf. Lc 14,1.7-14). 

«Jesús es invitado a comer en casa de un fariseo y observa atentamente cómo mucha gente se apresura a conseguir los mejores asientos en la mesa». 

Y manifestó que esta parábola sigue siendo válida también para nosotros hoy: 

“Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento”. (vv. 8-9). 

El Papa lamentó que «demasiadas veces pensamos que valemos según el lugar que ocupamos en este mundo». 

«El hombre – sostuvo – no es el lugar que ocupa, sino la libertad de la que es capaz y que manifiesta plenamente cuando ocupa el último lugar; o cuando se le reserva un lugar en la Cruz».

Libertad interior

En su predicación, el Pontífice indicó que “el cristiano sabe que su vida no es una carrera a la manera de este mundo, sino una carrera a la manera de Cristo, que dirá de sí mismo que ha venido a servir y no a ser servido (cf. Mc 10,45”). 

«Mientras no comprendamos – agregó – que la revolución del Evangelio reside en este tipo de libertad, seguiremos siendo testigos de guerras, violencia e injusticia, que no son más que el síntoma externo de una falta de libertad interior». 

El Papa insistió que donde no hay libertad interior, «se abren paso el egoísmo, el individualismo, el interés propio y la opresión. Y todas estas miserias y gobiernan las miserias». 

El Obispo de Roma recordó a María en el Magnificat: «Ha derribado a los poderosos de sus tronos, ha levantado a los humildes» (Lc 1,52); la que nos ha recordado Jesús en el Evangelio de hoy: Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido (Lc 14,11)». 

Apertura de la puerta santa y Ángelus

Al final de la celebración eucarística, el Papa dirigió el rezo del Ángelus, al que siguió el rito de la apertura de la Puerta Santa con motivo de la 728ª Perdonanza Celestiniana, que se celebra del 23 al 30 de agosto en la capital de los Abruzos. «Hermanos y hermanas, ¡que L’Aquila sea realmente una capital del perdón, la paz y la reconciliación!». 

El Papa manifestó su cercanía a las familias de L’Aquila que perdieron todo durante el terremoto y que trabajan por la reconstrucción. «L’Aquila, han demostrado su capacidad de resistencia». 

«Había que reconstruir todo: las casas, las escuelas, las iglesias. Pero esto se hace junto con la reconstrucción espiritual, cultural y social de la comunidad cívica y eclesial».

El Papa también saludó a los enfermos, a las personas en las cárceles que no pudieron estar presentes: «También en ti saludo un signo de esperanza, porque también en las cárceles hay muchas, demasiadas víctimas. Hoy aquí sois un signo de esperanza en la reconstrucción humana y social». «A todos vosotros os renuevo mi saludo, os bendigo de corazón, a vuestras familias y a toda la ciudadanía. Jemonnanzi!«, se despidió el Papa, en el dialecto de esta región de Italia.

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