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El lago del «paraíso» que recuerda a un misionero jesuita mártir

ARGENTINA

Esteban Pittaro | Aleteia

Esteban Pittaro - publicado el 24/01/22

Hoy se erige un hotel al borde del lago Mascardi, que recuerda la ofrenda de la vida de este generoso jesuita italiano

Suele asociarse la evangelización de la Patagonia al ímpetu misionero de Don Bosco. Su sueño de tener hijos de la familia salesiana misionando los confines de la tierra al sur de América dio frutos de santidad, y llevó el anuncio del Evangelio a rincones inhóspitos. Pero el reconocimiento a la estela salesiana no debe opacar el reconocimiento en los siglos previos a las misiones de los primeros evangelizadores de estas tierras.

Un paradisíaco lago ubicado hoy en territorio argentino inmortaliza con su nombre la memoria de uno de esos jesuitas pilares del anuncio cristiano en estos pagos.

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El Lago Mascardi lleva el nombre de Nicolás Mascardi, misionero jesuita oriundo de una familia noble italiana; pero arrojado a la misión en Chile siendo aún un joven religioso con una importante proyección científica en Roma. Desde 1651 sirvió en Chile, donde estableció inmediatamente relación con las poblaciones aborígenes.

Contaba el padre Diego de Rosales, otro precursor de la misión patagónica, que la ternura del padre Mascardi inspiraba y convertía aborígenes con una increíble naturalidad. Según recoge el historiador Carlos “Yayo” de Mendieta, historiador dedicado al tema que trabajó con los archivos jesuitas archivados en Roma, de Rosales escribió:

“Iba el Padre Nicolás Mascardi y sin reposar en los peligros de los caminos, ni temor de dar en manos de los enemigos, ni de perder la vida, porque la tenía sacrificada a Dios y al bien de las almas, hablaba al Indio con suavidad y con aquella gracia que Dios había derramado en sus labios, que le convertía y le ablandaba la dureza del corazón, y enternecido le pedía que le confesase pues quería desenojar a Dios, y si era infiel le pedía que le bautizase, que quería ir a ver a Dios. Y así convirtió a muchos, que duros y obstinados, querían antes dejar de ver a Dios que verse bautizar”.

Apostado en Chile, Mascardi conoció algunos aborígenes poyas prisioneros, por los que intercedió, y con quienes quería cruzar la cordillera de los Andes para confirmar el inicio de la evangelización entre los pueblos originarios, a ejemplo de San Francisco Javier en Oriente.

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Según algunos historiadores, motivaba al padre Mascardi también la ilusión de dar con la “Ciudad de los Césares”, una suerte de gran ciudad escondida en algún valle. No dio con ella; pero sí con una región de lagos, bosques, y numerosos pueblos, cuyas lenguas aprendió para poder anunciar el Evangelio, que bien constituyeron, entonces y hoy, un real paraíso.

Recogía el historiador Guillermo Furlong un pasaje de una carta en la que Mascardi escribía:

“Ya he aprendido la lengua de los Puelches y he hecho el catecismo y confesionario y gramática de esta lengua, Dios Nuestro señor y la Virgen Santísima y Nuestro Padre San Ignacio y San Javier me acompañen y favorezcan”.

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“Se dirá que me expongo a ser víctima de los bárbaros: dichoso yo si lograra derramar mi sangre por Cristo. Ojalá que mi sangre fecundara aquella tierra hasta ahora estéril. Esta no ha de producir cristianos, sin que sea regada con la sangre de los mártires. Quiera Dios aceptar la mía para tan santo objeto”.

A orillas del Lago Nahuel Huapi, en la Península Huemul, Mascardi fundó la primera misión en tierras hoy de la Patagonia argentina, la Misión de Nuestra Señora de Nahuel Huapi. Por su impulso, fueron introducidas en la región algunas transformaciones que al día de hoy caracterizan a la zona como el cultivo de algunos frutales.

La relación con los aborígenes le exigía una prolífica versatilidad lingüística, y logró numerosas conversiones, aunque como afirmaba en una carta, se sentía “infaliblemente destinado a humedecer con mi sangre la ardiente sed de aquellos bárbaros”.

En su afán evangelizador, misión a la que había sumado numerosos aborígenes, el padre Mascardi fue martirizado por tehuelches en 1674, en las inmediaciones del Río Deseado.

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El mismo destino sufrieron sus sucesores en la misión, como los padres Felipe Laguna y Juan José Guillelmo, en cuyo honor se nombró un pequeño lago junto al Mascardi, quienes siguieron con su legado misionero y transformador. Fueron ellos, por ejemplo, quienes introdujeron la cría de oveja en la región.

Un Hotel con orilla al lago, e inmejorable vista, además de recomendable restaurante y servicios de estadía, recuerda con distintos carteles y homenajes en su predio la vida de estos mártires.

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Se trata del Hotel Mascardi, de la Asociación Eclesiástica San Pedro, obra social de los sacerdotes, cuyo acceso, desde la mítica Ruta 40, es a través de un sendero en pleno Parque Nacional Nahuel Huapi.

El padre Mascardi no llegó a la ciudad de los césares. Pero sí a un real paraíso, ícono turístico sudamericano, en el que hoy se lo recuerda, San Carlos de Bariloche y sus alrededores.

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