Con una débil, casi nula, oposición; con los principales adversarios políticos detenidos, encarcelados o exiliados, Ortega se alzará con la victoria en lo que observadores políticos del país y del extranjero han calificado como “una pantomima”.
Acorde con los efectos de la represión a los reales o supuestos opositores y a la desaparición de los partidos políticos y la prensa que pudiera objetar su cuarto mandato, la oposición pidió a los nicaragüenses no salir a votar el domingo 7 de noviembre.
La Iglesia, asediada
Durante todo el proceso previo a la jornada electoral, la Iglesia católica de Nicaragua, asediada por la pareja presidencial y por sus leales, advirtió que no había condiciones para tener elecciones democráticas. Y, en efecto, no las hubo.
No solo se elegía presidente de la nación, sino también 90 de los 92 escaños del Congreso nacional y la totalidad de los representantes nicaragüenses en el Parlamento Centroamericano.
Aunque las votaciones fueron ordenadas, sin incidentes reportados y las urnas cerraron a tiempo, quizá no sea necesario esperar el recuento oficial de los votos: serán a favor del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Secuestro de opositores
Para asegurarse que no hubiera incidentes, según una alerta emitida el sábado 6 de noviembre por la organización opositora Azul y Blanco, personas allegadas al régimen y fuerzas policiales y paramilitares secuestraron el sábado por la tarde y por la noche a opositores.
Por su parte, la Alianza Cívica, otra coalición de oposición que aglutina a diferentes grupos socioeconómicos del país, denunció “hostigamiento, vigilancia, intimidación, asalto, ataques, detenciones ilegales y arbitrarias” de algunos de sus líderes en Nicaragua.
Por si fuera poco los observadores internacionales presentes en las pasadas elecciones nicaragüenses no tuvieron acceso a éstas. El Gobierno acreditó a 232 “compañeros electorales”, en su mayoría de gobiernos y partidos de izquierda.
Crisis de Nicaragua
La presencia de “observadores” aliados era para que dieran fe de que había una nutrida votación, aunque ciudadanos consultados por agencias internacionales de noticias dijeron que o estaban las urnas vacías o los que votaron eran personas del Gobierno a las que se les tomó asistencia.
Con los resultados favorables en la mano, Ortega se prepara para seguir gobernando con mano de hierro un país que enfrenta varias crisis juntas: la de la covid-19 (a la que el Gobierno ha minimizado); la crisis económica (con el aumento de sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea) y la crisis de miles de exiliados que ha dejado la represión desde que estalló el conflicto interno en abril de 2018.