La hermana melliza de San Benito da nombre al monasterio de Benedictinas en las afueras de Buenos Aires de cuyos talleres salen algunas de las delicias más populares, particularmente, en torno a las fiestas de Navidad, con su pan dulce. Pero también distinguidas participaciones para las bodas, artesanías y ornamentos litúrgicos. 80 años atrás nacía una abadía benedictina que con los frutos de su amoroso trabajo viaja a sus periferias.
Como con los hermanos Benito y Escolástica, responsables de iniciar un camino monacal al que acudieron miles de varones y mujeres, los hermanos benedictinos de Buenos Aires hicieron lo posible para motivar y apoyar la radicación de un monasterio femenino.
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Así como Benito se instaló en Montecasino y Escolástica en Plombariola, los benedictinos que a inicios de siglo XX estaban en Buenos Aires promovieron que a partir de 1941 pueda haber benedictinas en Victoria, al norte de la capital argentina.
Fue el prior de la Abadía de San Benito en Buenos Aires, el padre Andrés Azcárate, quien logró el apoyo de la Abadía de Santa María en San Pablo, de cuyo impulsó nació finalmente la Abadía de Santa Escolástica en Victoria.
En un barco de vapor
El grupo fundador, nutrido de una fuerte experiencia de unidad en Brasil, estuvo integrado por religiosas brasileras y argentinas. Y tras cuatro días de vida monacal a bordo de un barco a vapor, iniciaron la travesía bonaerense.
La primera comunidad arribó entre aplausos y cortejos festivos, y luego de compartir la oración con la comunidad porteña del priorato de San Benito, de cuyo impulso nacía su aventura, se dirigieron a la morada definitiva. Era el 16 de septiembre de 1941 y con el lema “in gratia cantantes”, propuesto por el padre Azcárate, nacía la comunidad de Santa Escolástica en Victoria.
El precioso monasterio que las recibía, inspirado en ricas tradiciones de la arquitectura románica, que incluso remite a Silos, fue fruto de generosas donaciones y regalos, y también esculturas fruto del trabajo del monasterio hermano de San Benito. Entre los ornamentos, en honor a Santa Escolástica, muchas palomas, como la forma en la que su hermano la vio ascender a los cielos.
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Los talleres
En el espíritu de la oración y el trabajo, desde entonces la comunidad ha logrado trascender sus muros con los frutos de la labor realizada en sus talleres. La “Comunidad monástica comparte también con todos los hombres la ley del trabajo, querido y bendecido por Dios, para cooperar en su perfeccionamiento e imprimirle el sello espiritual que ha recibido de Dios. Cristaliza este deseo en la realización concreta de sus variados trabajos, de orden artístico, litúrgico, gráfico o artesanal: taller de ornamentos, arte, encuadernación, diagramación e imprenta, repostería y hostias”, relatan las hermanas.
Las participaciones para las bodas confeccionadas por las hermanas son de las más populares de Buenos Aires, por sobre las de las mejores imprentas. También son populares regalos sus artesanías religiosas, y su local de ornamentos litúrgicos es de referencia para cualquier parroquia y sacerdote. Pero el producto estrella por el que más son conocidas las hermanas son sus pastelerías, y entre ellas, el pan dulce.
En todo sea Dios glorificado
Tanta es la demanda en el período de fiestas que fue necesario abrir un local de ventas en Buenos Aires, tan digno y austero a la vez como el del local, con la misma cordialidad y paz que en la abadía, un refugio en la capital. La propia regla de San Benito expresa que “Si hay que vender algo de lo que hacen los artesanos que en todo sea Dios glorificado”.
En las redes sociales, los elogios son compartidos, y todos los productos son reconocidos, en particular los alfajores. En Google, el local de los productos de la abadía tiene una puntuación de 4,7 sobre 5, envidia de los mejores locales.
Las hermanas no trabajan para esas calificaciones, está claro, y son discretas en darse a conocer. Si uno las quiere visitar, como cualquier monasterio benedictino, cuenta con actividades compartidas con la comunidad y el servicio de hospedería. Pero también entran en cada hogar cada vez que se adquiere un producto de su trabajo. Hay detalles y una calidez especial en cada producto que saltan a la vista, incluso de aquellos que ignoran por completo la dimensión de la vida monacal.
Los hermanos San Benito y Santa Escolástica siguen evangelizando desde sus monasterios.
