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George Weigel: el clero no puede ser visto como un club privilegiado

GEORGE WEIGEL

Łukasz Ostalski/REPORTER

Katolicka Agencja Informacyjna - Paulina Guzik - publicado el 21/11/20

Juan Pablo II cometió el error de nombrar a McCarrick arzobispo de Washington y convertirlo en cardenal. Yo, como biógrafo de Juan Pablo II y su gran admirador, admito voluntariamente que cometió un gran error

Paulina Guzik, Między Ziemią a Niebem, TVP1 [Entre la Tierra y el Cielo, TVP1]: Si uno lee sólo los titulares de las noticias mundiales sobre el informe, puede pensar que se trata de un informe sobre el Papa Juan Pablo, no sobre Theodor McCarrick. ¿Usted, cómo lo ve?

George Weigel, biógrafo del Papa Juan Pablo II: El Informe McCarrick tiene 449 páginas muy bien documentadas sobre los crímenes, pecados, mentiras y manipulaciones de Theodor McCarrick. Utilizar este informe contra Juan Pablo II es simplemente hacer un mal periodismo.

Juan Pablo II es ciertamente parte de la historia; Juan Pablo II ciertamente fue engañado por Theodore McCarrick; Juan Pablo II cometió el error de nombrar a McCarrick como arzobispo de Washington y convertirlo en cardenal. Sin embargo, estos errores fueron el resultado de una manipulación por parte del “maestro de los tramposos” que mentía a la gente.

Theodore McCarrick mintió al sucesor de San Pedro. Esta es la historia. También es la historia de tremendos fracasos sistémicos en el liderazgo de la Iglesia Católica que se remonta a la década de 1970. Y gran parte de ese fracaso es la cultura clerical, un sistema de castas, como yo lo llamo, en el que los miembros del club no se criticaban entre sí.

Debería haberse hecho una investigación seria en los Estados Unidos sobre los rumores e historias persistentes sobre el comportamiento de McCarrick, pero esto no sucedió. Si alguien se hubiera presentado con la acusación plausible de que ese hombre, McCarrick, le había hecho esto y lo otro aquel día concreto, en aquel determinado lugar, todos se habrían librado de mucho dolor, otras víctimas podrían haberse salvado.

Sin embargo, el hecho es que nadie lo denunció. Así que estamos lidiando con un mundo muy turbio de rumores y acusaciones, y la afirmación, como han hecho algunos medios polacos, de que el informe dice que “Juan Pablo II conocía las acciones de McCarrick y lo nombró” es simplemente falsa, el informe no lo dice.

Pero, el informe dice que Juan Pablo II ordenó una investigación sobre McCarrick y los rumores sobre él, pidiendo al nuncio y a los obispos en Estados Unidos que lo hicieran.

Esto fue parte de los errores del sistema que acabo de mencionar. No hay ninguna acusación en el informe de que estos tres obispos estadounidenses, cuando se les pidió que comentaran sobre las acusaciones, mintieran deliberadamente, pero es cierto que no investigaron tan a fondo como deberían, y aquí nuevamente funcionó el sistema clerical de castas. Hoy esto no sucedería en los Estados Unidos, estoy completamente seguro.

¿Qué pueden aprender Polonia y el mundo de la Iglesia de los Estados Unidos en la lucha contra los abusos?

Durante los últimos 18 años ha habido una gran reforma de los seminarios en los Estados Unidos, y parte de esta reforma en curso debe ser asegurar que los sacerdotes ordenados no crean que están entrando en un sistema de castas o un club privilegiado, sino que en realidad están aceptando una misión muy difícil.

Esta es una cosa. Otra lección que se puede aprender de esto es que los obispos no hacen lo que solían hacer los obispos del primer milenio del cristianismo, y eso fue una reprimenda fraterna. Esta costumbre, esta virtud de la corrección fraterna, debe restaurarse en toda la Iglesia del mundo.

La Iglesia en los Estados Unidos también ha hecho un buen uso de laicos profesionales competentes para evaluar las acusaciones de abuso sexual. No todas las acusaciones son una verdaderas. Entonces se necesita un mecanismo de evaluación. Y este mecanismo debe estar compuesto principalmente por laicos.

Los laicos, especialmente los abogados, las personas que trabajan en el sistema judicial, los psiquiatras y los psicólogos que saben cómo analizar el comportamiento humano, están en una posición mucho mejor que los clérigos para juzgar la credibilidad de las acusaciones de abuso. Entonces creo que eso es lo primero: echar una mirada a los consejos diocesanos y ver cómo funcionan.

Otra cosa es conocer mejor el caso McCarrick. Cuando en 2017 la joven víctima, James Grein, presentó cargos, el cardenal Dolan de Nueva York reaccionó de inmediato. Refirió las acusaciones a su propia comisión de arquidiócesis, pero luego fue más allá: contrató a un ex fiscal de Nueva York para que examinara el asunto desde fuera.

Tanto la arquidiócesis como la comisión arquidiocesana y el fiscal coincidieron en que las acusaciones eran plausibles. Dolan las envió de inmediato a Roma, y ​​el Papa Francisco dijo: “procedan con este caso como lo harían con el de cualquier otro sacerdote” y lo hicieron.

Todo sucedió extremadamente rápido para la Iglesia, que a menudo es muy lenta. Y creo que debería ser así en toda la iglesia mundial. Entiendo que otras iglesias locales pueden no tener los fondos que tiene una iglesia de los EE. UU., y algunas pueden no tener suficiente personal. Pero Polonia los tiene, seguro.

Y en mi opinión, los obispos polacos deberían estar en estrecho contacto con los obispos estadounidenses, para ver cómo lo habéis hecho y qué estáis haciendo ahora para aseguraros de que no haya un segundo McCarrick en el futuro. Theodore McCarrick debería ser una gran advertencia para todos aquellos lugares donde el clero todavía se considera una especie de club privilegiado.

El nombre del cardenal Dziwisz aparece 45 veces en el informe. ¿Cómo valora Usted su papel en el caso?

El cardenal Dziwisz o el entonces prelado Dziwisz, el obispo Dziwisz fue un secretario papal extremadamente eficaz. Hacía lo que quería Juan Pablo II. El hecho de que su nombre apareciera en el informe 45 veces no debería sorprender, ya que fue el colaborador más cercano de Juan Pablo II a lo largo de su pontificado. Sería extraño que el informe no lo mencionara.

En cuanto al hecho de que entregó la carta de McCarrick a Juan Pablo II, después de ser traducida, por supuesto que lo hizo, McCarrick era un hombre que conocían, un hombre que los manipuló para que confiaran en él.

Da la casualidad de que esta carta es una mentira de principio a fin. No ver esta mentira fue ciertamente un gran error. Pero si observa las experiencias que tuvieron Juan Pablo II y Stanisław Dziwisz en Polonia en las décadas de 1950, 1960 y 1970, cuando el abuso sexual era una táctica comunista estándar en los intentos de derrotar a la Iglesia, al menos puede comprender por qué su respuesta inicial a las acusaciones no documentadas fue escéptica.

Como dijiste, el Papa pidió una mayor investigación. Y la investigación, a su vez, no fue tan completa como debería haber sido. Sin embargo, hay que recordar que por entonces aún nadie había dado testimonio personal diciendo: “McCarrick abusó de mí”. Nadie presentó sus acusaciones. Y a nadie se le ocurrió tal testimonio hasta que muriera Juan Pablo II.

Los santos a menudo cometen errores de juicio. Como en tiempos apostólicos lo cometió San Pedro y San Pablo lo corrigió.

¿Usted tiene miedo de que el informe ensombrezca el legado de Juan Pablo II, especialmente en vista de la cobertura de los medios?

Ciertamente lo será para las personas que no se tomen el tiempo de leer los informes de los medios con ojo crítico, porque merecen ser leídos así. Creo que sería bueno que esta situación recordara a toda la Iglesia que la santidad es una cuestión de virtudes heroicas y no siempre de las decisiones correctas.

Creo que podemos pensar en muchos santos polacos que tomaron decisiones equivocadas y en muchos santos estadounidenses que hicieron lo mismo. Y, por supuesto, siempre está la cuestión de cuál es la agenda cuando se trata de evaluar a Juan Pablo II.

Yo, como biógrafo de Juan Pablo II y su gran admirador, como alguien que lo consideraba un amigo, admito abiertamente que cometió un gran error aquí. No veo nada malo en pensar eso. Supongo que él lo esperaría de mí.

Al mismo tiempo, la honestidad elemental consiste en comprender las decisiones que tomó en el contexto en el que las tomó, sobre la base de la información que poseía y las experiencias personales en las que basó su juicio.

Por lo tanto, el informe de McCarrick cita en una nota al pie el segundo volumen de mi biografía, “Juan Pablo II – El fin y el comienzo”, con referencias a las acusaciones comunistas de conducta sexual inapropiada contra sacerdotes y obispos católicos.

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abusos sexualesiglesia catolicaJuan Pablo II
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