¿En qué se diferencia un auténtico profeta de uno trastornado y falso? Profeta no significa el que declara el futuro de parte de Dios, sino el que habla de parte de Dios.
La predicción es la prueba de autenticidad, pero la mayoría de las veces no era el núcleo del mensaje. El retoque obedece también a que muchas veces no se alega haber visto algo, sino solo haberlo oído.
La cuestión es antigua. La encontramos en uno de los más antiguos libros del Antiguo Testamento, el Deuteronomio.
Moisés anuncia al pueblo que, para su guía en el futuro, Dios enviará profetas a su pueblo. Y, claro está, surge la pregunta sobre cómo distinguir a los auténticos de los falsos.
Quizás te preguntes en tu corazón:¿Cómo podremos saber si una palabra no la ha pronunciado el Señor? Si lo que dice el profeta en nombre del Señor no sucede ni se cumple, esa palabra no la ha pronunciado el Señor (Deut 18, 21-22).
Aquí tenemos por tanto un primer criterio, siendo probablemente el más claro ejemplo en nuestros días el mensaje de los niños videntes de Fátima.
En su mensaje se anunciaron sucesos –el advenimiento de una segunda guerra mundial, el importante papel de Rusia (no sabían qué era: pensaron que era una señora) en el ataque a la fe justo antes de la revolución soviética, etc.- que se han cumplido.
Un segundo criterio lo encontramos en el mismo Deuteronomio:
Si entre vosotros surgiese un profeta, o un visionario de sueños, y te diera señal o prodigio y, aun en el caso de que se cumpliera esa señal o prodigio que te había anunciado, dijera “Vayamos tras otros dioses –que no conoces- y démosles culto”, no escucharás las palabras de ese profeta o vidente de sueños. Es que el Señor, vuestro Dios, os está probando para conocer si realmente lo amáis con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma (Deut 13, 2-4).
Es decir, que si lo que anuncia incluye algo contrario a la doctrina o la moral católicas, ese mensaje no puede venir de Dios.
El Señor no puede contradecirse, de forma que deje su doctrina en manos de la Iglesia, y a la vez envíe a alguien con un mensaje incompatible con la misma.
Más común aún, para discernir, es examinar el motivo del mensaje.
Si se analiza el contenido de los mensajes considerados como auténticos, como son los de Fátima o Lourdes, se concluye fácilmente que, como en el caso de los antiguos profetas, son llamadas a la conversión.
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