El 06 de febrero se celebra la memoria de los santos Pablo Miki (1562-1597) y compañeros, mártires en Nagasaki, ciudad de Japón. Ese martirio encierra la “alegría y labelleza del Evangelio” y ayuda para “cada día liberarnos de todo aquello que nos pesa e impide caminar con humildad, libertad, parresía y caridad” (Papa Francisco, 21. 11.2019).
El día de su martirio fue el 5 de febrero de 1597, cuando el primer mártir japonés colgado a una cruz perdonaba antes de morir a sus verdugos y daba aliento a sus compañeros en la persecución, el maltrato y la condena a muerte.
Se trató de ocho presbíteros o religiosos de la Orden de la Compañía de Jesús y de la Orden de los Hermanos Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con diecisiete laicos.
Su única pena era ser cristianos. Todos ellos, incluso los adolescentes, fueron clavados cruelmente en cruces, pero murieron con la sonrisa en los labios al manifestar su alegría al haber merecido morir como murió Cristo.
Precisamente, en el Monumento a los Mártires de Nagasaki, el pasado 21 de noviembre de 2019, el Papainvitó a venerar más que la muerte, el triunfo de la vida porque ser cristianos es un signo de esperanza, a pesar de la insidias del mundo.
Así, la memoria de los santos Pablo Miki y compañeros, mártires en Nagasaki, es una oportunidad también a unirse a los 245 millones de cristianos perseguidos en el mundo que en diversas partes hoy sufren y viven el martirio a causa de la fe.
“Mártires del siglo XXI – dijo Francisco- nos interpelan con su testimonio a que tomemos, valientemente, el camino de las bienaventuranzas. Recemos por ellos y con ellos, y levantemos la voz para que la libertad religiosa sea garantizada para todos y en todos los rincones del planeta”.
San Juan Pablo II – recordó el Papa- “vio este lugar no sólo como el monte de los mártires, sino como un verdadero Monte de las Bienaventuranzas, donde podemos tocar el testimonio de hombres invadidos por el Espíritu Santo, libres del egoísmo, de la comodidad y del orgullo”.
En su camino al martirio, Pablo Miki y sus compañeros cristianos fueron forzados a caminar 600 millas para servir de escarmiento a la población. Ellos iban cantando el Te Deum. Les hicieron sufrir mucho. Allí, desde la cruz predicó su último sermón de amor, fraternidad y perdón.
“Porque aquí la luz del Evangelio brilló en el amor que triunfó sobre la persecución y la espada”, rememoró Francisco visitando el memorial de los mártires al cumplirse 470 años de la llegada de San Francisco Javier a Japón, semilla de unción del cristianismo en el país.
“¡No olvidemos el amor de su entrega!”, pidió el Papa. Nada de piezas de museo. Los mártires son “memoria y fuego vivo del alma de todo apostolado en esta tierra, capaz de renovar y encender siempre el celo evangelizador”.