San Antonio abad, o el grande, anacoreta, el de Egipto, del desierto o del fuego, como se le quiera llamar, se puede decir que fue el primer abad de la historia, que fue el fundador del monaquismo cristiano.
Antonio nació en Egipto, cuando formaba parte del Imperio Romano, hacia el 251.
Sabemos de su vida a través de los relatos trasmitidos por el doctor de la Iglesia san Atanasio.
Y también hace referencias en sus escritos san Jerónimo, que lo presenta como un hombre santo modelo de piedad cristiana.
Apenas murieron sus padres, Antonio distribuyó sus bienes entre los pobres y se retiró al desierto, donde comenzó a llevar una vida de austeridad y penitencia.
Se dice que antes de comenzar su actividad, tuvo una visión en la que un ermitaño como él llenaba el día dividiendo el tiempo entre la oración y el tejido de una soga. De esto dedujo que, además de la oración, uno tenía que dedicarse a una actividad concreta.
Tuvo a su lado numerosísimos seguidores, muchos de los cuales tuvieron que soportar la terrible persecución cristiana a cargo de Diocleciano.
Apoyó firmemente a san Atanasio en su lucha contra los arrianos, y se dice que vivió hasta los 105 años.
Patronazgo
Es muy conocido por ser patrono de los animales domésticos. En los escritos de san Jerónimo sobre la vida de Pablo el ermitaño, se cuenta que Antonio fue a visitarlo ya anciano y lo dirigió en la vida monástica.
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