El 12 de junio de 1973, la Hermana Agnes Sasagawa comenzó a recibir visiones celestiales en un convento ubicado en Akita, Japón.
Al principio vio seres angelicales que adoraban la Eucaristía, pero luego, el 6 de julio de 1973, Sasagawa vio que una estatua de madera de la Virgen María le hablaba, transmitiendo un mensaje poderoso similar al que recibieron los tres niños pastores en Fátima, Portugal.
La estatua poco después comenzó a sangrar y las lágrimas comenzaron a fluir por sus mejillas. Alrededor de 2.000 personas presenciaron las lágrimas provenientes de la estatua y el líquido se recogió y se envió a un laboratorio para su análisis.
Un profesor del Departamento de Bioquímica de la Universidad de Akita estudió el líquido, así como un especialista forense no cristiano, el Dr. Kaoru Sagisaka. Se confirmó que la sangre era de origen humano, al igual que las lágrimas.
Después de una larga investigación, el obispo local, John Shoojiroo Ito, de Niigata, aprobó que la aparición era de origen sobrenatural y “digna de ser creída”. El Vaticano no ha hecho una declaración oficial, dejándola a criterio del obispo local.