Y la mesa quedó vacía. Era la mesa que, toda compuesta, debía sentar a su alrededor a las dos delegaciones de Estados Unidos y Corea del Norte, de Donald Trump y Kim Jong-un, en el lujoso hotel Metropole de Hanói, capital del Vietnam, junto al río Rojo. Hubo mesa, pero no invitados. Las mesas sirven para darse la mano y celebrar entre las partes que las conversaciones o los negocios van bien. Pero entre Pyongyang y Washington no había nada que celebrar más que el fracaso de unas negociaciones tendentes a eliminar el arsenal nuclear de Corea del Norte y que Washington elimine las sanciones económicas contra aquel país.
La ruptura, dejar la mesa vacía, exige un culpable a nivel político y de opinión pública. Pero en este caso ¿quién ha sido el culpable? Escuchando a las dos delegaciones señalan que el culpable es el “otro”, según se escuche a los portavoces diplomáticos de uno u otro país.
¿Qué dicen los medios más sensatos que usan fuentes de primera mano? La culpa es de los dos, pero de modo particular carga sobre quienes prepararon durante meses esta segunda cumbre. Los republicanos tachan a Donald Trump como un “pésimo negociador”. La verdad es que Trump no quería eliminar todas las sanciones y embargos a Corea del Norte, sino solo una parte aunque importante, y Kim tampoco quería eliminar “todo” su arsenal nuclear.
A nivel de relaciones entre Washington y Pyongyang, este fracaso no supone la ruptura total de las negociaciones con los mismos fines, pero significa un parón. La tercera “cumbre” ha sido aplazada “sine die”, lo que quiere decir que lo más probable es que tenga lugar después del 2020, es decir después de las elecciones presidenciales norteamericanas. En el ínterin tendrán lugar reuniones técnicas entre los dos países.
El problema de esta ruptura está en que el peligro nuclear de Corea del Norte sigue estando ahí y afecta de modo muy directo a Corea del Sur y a Japón. Esto quiere decir que estos dos países deberán tomar la iniciativa de no ruptura. Mientras tanto, Japón ya se está armando y creando un ejército que esté a la altura de su país, una potencia en el mundo, especialmente en el Pacífico. Lo tenía prohibido desde que perdió la II Guerra Mundial, y ahora no quiere esperar a que Washington le saque las castañas del fuego en caso de conflicto con Corea del Norte o con China. Lo mismo se diría de Corea del Sur. O sea que el presidente de Corea del Sur, Moon, y el primer ministro de Japón, Abe, deberán tomar nota y también la iniciativa.
¿Y China? Muchos ven en China la gran sombra protectora que guía a Kim Jong-un. En realidad Corea del Norte es cada vez más un feudo de China, la cual avanza su presencia en el mundo sin hacerse notar mucho y, de momento, en su camino no hay retrocesos.
La paz entre las dos coreas va a ser larga, nadie lo dudaba antes de la primera cumbre de Singapur en junio pasado. El camino a recorrer era mucho. No iba a ser una autopista. Corea del Norte no va a deshacerse de su arsenal nuclear, porque es lo más valioso que tiene, y es el que le da voz en el concierto mundial. En Singapur, en junio, se difundieron informaciones demasiado optimistas sobre la desnuclearización, hasta el punto que no pocos afirmaron que Kim Jong-un había tomado el pelo a Donald Trump. De todas formas, ahora, después de Hanói, no se puede decir que hay que volver a empezar. Todas las negociaciones de paz tienen avances y retrocesos.