Juan Melchor Bosco, más conocido por Don Bosco, nació el 16 de agosto de 1815 en una modesta casa de campo en las colinas llamadas I Becchi que pertenecen al pueblo de Castelnuovo, en la comarca de Asti y que hoy lleva el nombre de Catselnuovo don Bosco, en homenaje al santo.
Este lugar se encuentra en el Piamonte, y en su época era todavía un Reino independiente, en una Italia que no estaba constituida como Estado; la capital era Turín.
Eran aquellos tiempos difíciles de posguerra. Los ejércitos franceses habían saqueado toda la comarca. Miseria, hambre y desesperación se reinaba en Europa gracias a las ideas del imperio napoleónico.
Su padre, Francisco, murió cuando Juan sólo tenía dos años. Y su santa y laboriosa madre, Margarita, se hizo cargo de todo, sobre todo de su educación.
Un sueño premonitorio
Con solo nueve años de edad, el pequeño Juan tuvo un sueño que no olvidó nunca, donde se reveló su vocación.
En el sueño se vio rodeado de una multitud de chiquillos que se peleaban entre sí y blasfemaban. Juan Bosco trató de impedírselo, con exhortaciones y después con los puños.
Súbitamente apareció una misteriosa mujer que le dijo: «¡No, no; ¡tienes que ganar por el amor! Toma para el pastor y guía a tus ovejas» .
Cuando la señora pronunció estas palabras, los niños se convirtieron, primero en bestias feroces y luego en ovejas.
El sueño terminó, pero desde aquel momento, Juan Bosco comprendió que su vocación era ayudar a los niños pobres, y también a enseñar el catecismo ya llevar a la iglesia a los niños de su pueblo.
Para ganar la simpatía de los jóvenes, acostumbraba ejecutar ante ellos toda clase de acrobacias .
Un domingo por la mañana, había un acto público, una función pública y los niños no acudieron a la iglesia.
Juan Bosco desafió a la acróbata en su propio terreno, obtuvo el triunfo, y se dirigió victoriosamente con los chicos a misa.
A los 16 años, venciendo numerosas dificultades, ingresó en el seminario de Chieri. Y era tan pobre, que debía mendigar para reunir el dinero y los vestidos indispensables.
El alcalde del pueblo le regaló el sombrero, el párroco la chaqueta, uno de los parroquianos el abrigo y el otro, un par de zapatos.
Después de haber recibido el diaconado, Juan Bosco pasó al el seminario mayor de Turín. Y allí, con la aprobación de sus superiores, unía los domingos a un grupo de niños abandonados de la ciudad.
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