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Papa Francisco: Jesús nos invita al banquete, atención a decirle que no

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© Tarde de hadas

Vatican News - publicado el 06/11/18

Homilía en Santa Marta: ¿Cuántas veces nos inventamos pretextos para rechazar su invitación? De todas maneras Jesús es bueno... aunque también justo

El pasaje del Evangelio de hoy es del capítulo 14 de Lucas. Gira casi todo alrededor de una comida, en el banquete que un jefe de los fariseos organizó y al que fue invitado también Jesús. Sobre él habló el papa Francisco en su homilía en la Casa Santa Marta.

En esa ocasión, contaba la página del Evangelio de ayer, cuya continuación es el de hoy, Jesús había curado a un enfermo y había observado que muchos invitados buscaban ocupar los primeros lugares.

Por lo tanto, había aconsejado al fariseo que invitara a almorzar a los últimos, a los que no pueden devolver el favor.

El doble rechazo

En un momento determinado, en el banquete, y ahí empieza el pasaje de Lucas de hoy, uno de los comensales, exclama: “¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!”.

Es el pasaje del doble rechazo, dijo el Papa. Y Jesús entonces cuenta la historia de un hombre que dio una gran cena e invitó a muchos.

Sus siervos dijeron a los invitados: “Vengan, todo está preparado. Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. Uno había comprado un campo, el otro cinco yuntas de bueyes y un tercero porque acababa de casarse.

“Y siempre pretextos. Se excusaban. Excusarse es la palabra educada para no decir: “Rechazo”. Rechazan, pero educadamente”. Entonces el dueño mandó a los siervos a la calle a llamar a los pobres, a los enfermos, a los cojos, ciegos y ellos llegaron a la fiesta.

“Y el pasaje del Evangelio -afirmó Francisco- termina con el segundo rechazo, pero este de la boca de Jesús”. (…)

“Quien rechaza a Jesús, Jesús espera, da una segunda oportunidad, quizá una tercera, una cuarta, una quinta… Pero al final lo rechaza a Él”.

Y este rechazo nos debe hacer pensar a nosotros, a las veces que Jesús nos llama; nos llama para hacer fiesta con Él, a estar cerca de Él, a cambiar la vida.

¡Piensen que busca a sus amigos más íntimos y ellos lo rechazan! Luego busca a los enfermos… y van; quizá alguno lo rechaza.

¿Cuántas veces nosotros oímos la llamada de Jesús para ir a Él, para hacer una obra de caridad, para rezar, para encontrarlo y nosotros decimos: “Disculpa Señor, tengo cosas que hacer, no tengo tiempo. Sí, mañana, no puedo…”. Y Jesús ahí sigue.

Cuántas veces nos inventamos excusas con Jesús

El Papa preguntó cuántas veces también nosotros le pedimos a Jesús que nos disculpe cuando Él “nos llama para encontrarnos, para hablar, para tener una buena charla”. También nosotros rechazamos la invitación de Jesús.

Cada uno de nosotros piense: en mi vida, ¿cuántas veces he sentido la inspiración del Espíritu Santo para hacer una obra de caridad, para encontrar a Jesús en esa obra de caridad, para ir a rezar, para cambiar de vida en esto, en esto que no va bien? Y siempre encuentro un motivo para excusarme, para negarme.

Jesús es bueno, pero es justo

Francisco dijo que al final entrará en el Reino de Dios quien no rechaza a Jesús o quien no es rechazado por Él.

Y haciéndose intérprete de quien piensa que como quiera Jesús es bueno y al final perdona todo, el Papa objetó:

‘Sí, es bueno, es misericordioso’, es misericordioso, pero es justo. Y si tú cierras la puerta de tu corazón desde dentro, Él no podrá abrirla, porque es muy respetuoso de nuestro corazón. Rechazar a Jesús es cerrar la puerta por dentro y Él no puede entrar. Y ninguno de nosotros, en el momento en que rechaza a Jesús, piensa esto: “Yo le cierro la puerta a Jesús por dentro”.

Es con su muerte que Jesús ha pagado el banquete

Pero hay otro elemento al que el Papa prestó atención y es ¿quién paga el banquete? ¡Es Jesús! El apóstol Pablo en la Primera Lectura, “nos hace ver la factura de esta fiesta” al hablar de Jesús que ‘se anonadó a sí mismo, asumiendo una condición de servidor y humillándose a sí mismo hasta morir en la cruz’.

“Con su vida -dijo Francisco – Jesús pagó la fiesta. Y yo digo: ‘No puedo’ (…) Que el Señor – concluye – nos dé la gracia de entender este misterio de dureza de corazón, de obstinación, de rechazo y la gracia de llorar”.

Por Adriana Masotti 

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