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¿Por qué los católicos se arrodillan en las iglesias?

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Fabrice CATERINI-INEDIZ I CIRIC

Philip Kosloski - publicado el 14/08/18

Aunque muchos lo han olvidado, este gesto tiene un gran significado teológico

Los católicos olvidan fácilmente el significado de la genuflexión. A menudo nos encontramos en una iglesia y, sin pensar demasiado en ello, buscamos un banco disponible al que acudir después de una rápida genuflexión. ¡A veces lo hacemos tan mecánicamente que lo podríamos hacer con igual distracción en el cine justo antes de ir a ocupar nuestra butaca!

Pero, ¿por qué los católicos hacemos una genuflexión al entrar en una iglesia?

Una señal de respeto

Desde un punto de vista histórico, la genuflexión viene de las normas de etiqueta en la corte. En la Edad Media, la rodilla se doblaba en presencia de un rey o de un noble. Era una señal de respeto, así como un signo de lealtad.

Con el tiempo, los cristianos adoptaron esta costumbre. Está plenamente integrada en la liturgia romana desde el siglo XVI. Mientras que la genuflexión con la rodilla izquierda se usaba para venerar a un rey, los cristianos decidieron hacer una genuflexión con la rodilla derecha, como signo distintivo de respeto hacia Dios.

Dios siempre ha sido considerado por judíos y cristianos como un Rey lleno de misericordia y amor inconmensurables. Para honrar a este “Rey del amor”, los cristianos consideraron oportuno hacer una genuflexión cada vez que entraban en su “corte”.

Esto significaba doblar una rodilla cada vez que uno pasaba frente al tabernáculo, el lugar donde se guarda el Santísimo Sacramento en todas las iglesias católicas.

Fe en la presencia real de Jesucristo

Los católicos creemos que Cristo está realmente presente, en Su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en el Santísimo Sacramento y por eso hacemos una genuflexión, porque creemos que estamos verdaderamente en presencia de Dios.

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “En la liturgia de la misa expresamos nuestra fe en la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino, entre otras maneras, arrodillándonos o inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor” (CIC 1378).

Esto significa igualmente que los católicos deberían hacer la genuflexión solo cuando el Santísimo Sacramento está presente en el tabernáculo. Durante el año litúrgico, hay ciertos días, como el Viernes Santo, cuando el tabernáculo está vacío y sus puertas abiertas. Puesto que la Eucaristía no está presente en el tabernáculo, los católicos no necesitan hacer una genuflexión antes de sentarse. Cuando la Eucaristía no está presente, cabe simplemente inclinarse profundamente ante el altar.

Una manera sencilla de saber si es apropiado hacer la genuflexión es buscar una lámpara roja al lado del tabernáculo. Si está encendida, significa que Jesús está presente y, por lo tanto, conviene hacer una genuflexión para mostrarle nuestro amor y respeto. Para que conste, se pide a los católicos que doblen la rodilla solamente cuando pasen frente al tabernáculo. Esto significa que cuando el tabernáculo está en una capilla distinta, hay que hacer una genuflexión cuando se pase delante, no cada vez que entremos en la iglesia.

A fin de cuentas, hacemos estos gestos, como decía el papa Benedicto XVI en su libro La Eucaristía centro de la vida: Dios está cerca de nosotros, porque:

“Nuestra religión, nuestra oración, exige gestos de nuestro cuerpo. Puesto que el Señor, el Resucitado, se entrega en su Cuerpo, también nosotros debemos responder con nuestra alma y nuestro cuerpo (…) todas las posibilidades espirituales de nuestro cuerpo están incluidas en la celebración de la Eucaristía: cantar, hablar, guardar silencio, sentarse, levantarse, arrodillarse”.

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