Las flores de verano son algo más que una visión linda, ¡también están ricas para comer!
Si tienes tiempo y energías —y tal vez no quieras pensar en esto hasta después del café mañanero—, no hay nada mejor que hacer pasteles con los niños. Es una manera indirecta de enseñarles a ser pacientes y a seguir unas instrucciones y, además, podréis pasar tiempo juntos alejados de las respectivas pantallas de cada uno. Y todo esto sumado a la estupenda y dulce recompensa final. Pura magia.
El truco está en hacer las cosas simples y sencillas, pero también lo suficientemente emocionantes como para mantener el interés de todo el mundo. Así que, aunque siempre está la opción de improvisar unas cuantas magdalenas o lo que se te ocurra, ya que es la temporada de floración, ¿por qué no aprovecharla?
Hay muchas flores silvestres y perennes habituales que tal vez tengas en el jardín detrás de tu casa y que no solo son comestibles, sino que además están sinceramente sabrosas. Incluso el más pequeño de la casa puede ayudarte a recogerlas y, una vez en casa, los niños pueden mezclarlas, que los mayores hagan las medidas y los trasvases y, aunque no hay manera de evitar algo de suciedad en la cocina, no será demasiada.
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