“La piña tiene tres colores”. Brillan los ojos de Gino, cuando se sumerge en los colores de las plantas y las flores que debe preparar para la Infiorata (Engalanada con flores). Descubrir a los 70 años que de la piña se pueden sacar tres coloraciones distintas -una de la escama, otra del piñón y otra del corazón leñoso- no tiene precio. Y luego la corteza del pino: “Cuando se tritura sale un rojo particular”. Y el maíz, el salvado, el arroz, el boj.
Genzano es uno de los municipios de los Castillos Romanos, y es famoso precisamente por la Infiorata(Engalanada con flores), una manifestación artística relacionada a la fiesta religiosa del Corpus Christi. En esos días de fiesta, la calle principal de la ciudad se cubre de cuadros “pintados” con pétalos de flores, y otras partes de las plantas. Una tradición antigua de más de 200 años, transmitida de generación en generación.
Gino es el histórico jefe de obra, y él mismo empezó de niño, en los años de la post guerra, uniéndose a los hombres que iban a los bosques a recoger hierbas, bayas, arbustos y flores.
La obra es la parte más dura del trabajo, requiere mucha mano de obra. Pero no faltan los aspectos creativos. “Es necesario aprender dónde ir a recolectar, los colores, cómo trabajar las plantas y conservarlas”.
Con Gino se revisa el material. En las bodegas del municipio se mantienen los grandes sacos de material más resistente y no perecederos. Las flores y el hinojo, en cambio, llegan sólo un par de días antes de la fiesta y se mantienen en los frescos túneles de toba, que antes eran cuevas.
Cuando llegan las flores es importante hacerlo rápido, para que no perezcan. Se necesitan 70/80 personas para dividir los pétalos del tallo, en dialecto “spelluccamento”(despelucamiento). Hoy se usan casi exclusivamente claveles y retama, cuyos pétalos son más grandes y manejables, pero entonces la variedad era más amplia. Para hacerse una idea, para cubrir un metro cuadrado de calle eran necesarios de 250 a 300 claveles.
Gino siempre buscó mantener una atmósfera de amistad en la obra. Él mismo, que era restaurador, cocinaba cada tarde para quien trabajaba. Antes se podía oír cantar mientras se “despelucaban” las flores, hoy no se oye más, como si se hubiera perdido la “gratuidad” relacionada al trabajo.
Pero la pasión no ha desaparecido. El mismo Gino ha enseñado a sus dos hijos los “secretos” del trabajo, y hoy son ellos quien dirigen la obra. Hoy Gino fue a visitarlos, y fue como volver a casa.