Papa Francisco volvió a recordar, tras el rezo del Ángelus, el drama que viven muchos refugiados. Tomando el lema del Día Mundial de los Refugiados promovido por las Naciones Unidas, Papa Francisco explicó que “hoy más que nunca hay que estar del lado de los refugiados “.
“La atención concreta va a hombres, mujeres, niños que huyen de los conflictos, la violencia y la persecución” y recordó a aquellos que “han perdido la vida en el mar o en viajes agotadores por tierra”. “Sus historias de dolor y esperanza pueden convertirse en oportunidades para el encuentro fraterno y el verdadero entendimiento mutuo”, afirmó.
Para el Papa Francisco: “el encuentro personal con los refugiados disipa los temores y las ideologías
distorsionada, y se convierte en un factor de crecimiento en la humanidad, capaz de dar cabida a los sentimientos de apertura y la construcción de puentes”.
En su mensaje Papa Francisco también tuvo un recuerdo y pidió oración para las víctimas del incendio que está asolando Portugal.
El Cuerpo de Cristo
Antes del rezo del Ángelus Papa Francisco meditó sobre el pasaje del evangelio del día, que narra una parte del discurso sobre el Pan de Vida tomado del libro de san Juan, en el que Jesús nos dice: “Yo soy el Pan vivo bajado del cielo”.
El Papa recordó que quien se nutre de este alimento permanece en Jesús y vive por Él, y explicó que “asimilar a Jesús significa estar en él, volviéndonos hijos en el Hijo”.
Pero el pontífice también señaló que nutrirse de Jesús Eucaristía significa abandonarse con confianza en Él y dejarse guiar por Él, y esto se traduce en “recibir a Jesús en el lugar del propio ‘yo’, de modo que el amor gratuito recibido de Cristo en la comunión eucarística por obra del Espíritu Santo, alimenta nuestro amor por Dios y por los hermanos y hermanas que encontramos en el camino de cada día”.
Palabras del Papa antes de la oración del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En Italia y en muchos otros países se celebran este domingo la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo – a menudo se utiliza el nombre latino: Corpus Domini. Cada domingo la comunidad eclesial se reúne alrededor de la Eucaristía, sacramento instituido por Jesús en la última cena. Sin embargo, cada año tenemos la alegría de celebrar la fiesta dedicada a este misterio central de la fe, para expresar en plenitud nuestra adoración a Cristo que se dona como alimento y bebida de salvación.
El pasaje del Evangelio de hoy, tomada de San Juan, es una parte del discurso sobre el “pan de vida” (cf. 6,51-58). Jesús afirma: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. […] El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”(v. 51). Él quiere decir que el Padre lo envió al mundo como alimento de vida eterna, y que para ello Él se sacrificará a sí mismo, su carne. De hecho, Jesús, en la cruz, ha donado su cuerpo y ha derramado su sangre. El Hijo del hombre crucificado es el verdadero Cordero pascual, que hace salir de la esclavitud del pecado y sostiene en el camino hacia la tierra prometida. La Eucaristía es el sacramento de su carne dada para hacer vivir el mundo; quien se nutre de este alimento permanece en Jesús y vivir por Él. Asimilar a Jesús significa estar en él, volviéndose hijos en el Hijo.
En la Eucaristía, Jesús, como lo hizo con los discípulos de Emaús, se pone a nuestro lado, peregrinos en la historia, para alimentar en nosotros la fe, la esperanza y la caridad; para confortarnos en las pruebas; para sostenernos en el compromiso por la justicia y la paz. Esta presencia solidaria del Hijo de Dios está en todas partes: en las ciudades y en el campo, en el Norte y Sur del mundo, en países de tradición cristiana y en los de primera evangelización. Y en la Eucaristía Él se ofrece a sí mismo como fuerza espiritual para ayudarnos a poner en práctica su mandamiento – amarnos los unos a otros como Él nos ha amado -, mediante la construcción de comunidades acogedoras y abiertas a las necesidades de todos, especialmente las personas más frágiles, pobres y necesitadas.
Nutrirnos de Jesús Eucaristía significa también abandonarnos con confianza a Él y dejarnos guiar por Él. Se trata de recibir a Jesús en el lugar del propio “yo”. De este modo el amor gratuito recibido de Cristo en la comunión eucarística con la obra del Espíritu Santo, alimenta nuestro amor por Dios y por los hermanos y hermanas que encontramos en el camino de cada día. Nutridos del Cuerpo de Cristo, nos volvemos cada vez más íntimamente y concretamente el Cuerpo Místico de Cristo. Nos lo recuerda el Apóstol Pablo: «La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan».(1 Cor 10,16-17).
La Virgen María, que siempre ha estado unida a Jesús Pan de Vida, nos ayude a redescubrir la belleza de la Eucaristía, a nutrirnos de ella con fe, para vivir en comunión con Dios y con hermanos