Antaño, el activista social tomaba una pala y un pico y se ponía a excavar un drenaje para aliviar un poco la injusticia social reinante en su entorno. Hogaño, el activista social toma su teléfono celular, y con él en ristre, “denuncia” la injusticia.
Un articulo de Keshia Naurana Badalge en la revista Quartz enfrenta este nuevo fenómeno de los activistas de redes sociales que se conforman con no actuar, se quedan estáticos ante la injusticia y reclaman, más tarde, en las redes todo tipo de acciones que, en su momento, no ejecutaron en defensa de alguien.
Activismo virtual
El incidente del 9 de abril pasado, cuando un pasajero de Unites Airlines (el doctor David Dao) fue arrastrado por el pasillo de la aeronave y sacado en vilo, tras negarse a dejar su sitio por que la compañía había sobrevendido el vuelo, es paradigmático de esta modalidad de activismo virtual sin actividad real.
El video tomado por los pasajeros del avión de United se volvió viral y lo vio medio mundo, pero casi nadie notó una cosa: salvo una mujer, todos los demás pasajeros parecían estar confiados en que si el personal de la empresa actuaba así, era por alguna razón. Y no armaron alboroto.
El alboroto se armó instantes después en las redes sociales. Los tuits y las imágenes de Facebook, así como los comentarios de los usuarios de estas redes sociales armaron un verdadero terremoto. Pero, como se diría de forma castiza, “a toro pasado”.
Mejor mirar y grabar
En su artículo de Quartz, Badalge dice que “el acto de grabar una situación de violencia, permaneciendo en silencio frente a ella, es la manifestación moderna del llamado efecto-espectador”.
Éste efecto ocurre, “cuando la gente refrena su intervención en una situación de emergencia porque hay otras personas alrededor”.
Los psicólogos Bibb Latané y John Darley, quienes fueron los primeros en demostrar el efecto-espectador, atribuyeron este fenómeno a dos factores: una percepción difusa de la responsabilidad (pensando en que alguien más del grupo ayudará) y la influencia social (cuando los observadores ven la inacción del grupo como evidencia de que no hay razones para intervenir).
Espectadores del mundo real
Las cámaras integradas a los teléfonos móviles pueden hacernos sentir como activistas de redes sociales, “pero cuando grabamos un acontecimiento en lugar de intervenir en él, nos convertimos en espectadores del mundo real”, dice Badalge.
Y agrega: “Hay una enorme disonancia entre lo que declaramos públicamente como nuestros valores –online o en cualquier otra forma—y cómo actuamos”.
Existen gran cantidad de evidencias en la red de sucesos violentos en los que el “activista” grabó las escenas pero no intervino cuando un hombre golpeaba a una mujer el Filadelfia, por ejemplo.
Y también otros casos, como el incendio (en 2013) registrado en una casa del poblado de Pincourt, en Canadá, en que los observadores tomaron desde todos los ángulos la casa ardiendo, pero ninguno fue capaz de llamar a la estación de bomberos.
¿Cómo prevenir?
Para prevenir una cultura de espectadores descarnados, concluye diciendo la autora de este artículo, “debemos aprender a evaluar mejor las acciones apropiadas cuando estamos en una situación que requiere atención inmediata. Al hacerlo, será desechada la idea de que la grabación de un evento es un sustituto de la acción”.
Y la segunda cuestión: aprender a no quedarnos paralizados ante la injusticia. Grabarla no sustituye nuestra responsabilidad moral de actuar.
El famoso caso del apuñalamiento, violación, robo y asesinato de Kitty Genovese (en Queens, Nueva York, la madrugada del 13 de marzo de 1964, que, según el New York Times duró media hora y fue visto u oído por 38 personas sin que ninguno llamara a la policía) sigue siendo el ejemplo de los peligros del efecto-espectador (también llamado efecto-Genovese).