Editora Cléofas - publicado el 09/03/15 - actualizado el 22/02/23
El sufrimiento aceptado y asumido "con valentía", sin rebeldía, en la fe nos santifica. Una bonita reflexión de Editora Cleofás
De manera especial “la cruz de cada día” aceptada y asumida, “con valentía”, sin rebeldía, en la fe a pesar de las lágrimas –estas nunca dejan de existir– nos santifica.
Jesús nos mandó tomar nuestra cruz de cada día y seguirlo (Lc 9,23).
¿Qué significa eso? ¿Cuál es la cruz de cada día? Son todos los sufrimientos que nos alcanzan cada día, y que deben ser enfrentados día a día.
“No se preocupen por el día de mañana, pues el mañana se preocupará por sí mismo. A cada día le bastan sus problemas”.
Mt 6,34
Una cruz para cada día. La sabiduría es vivir un día de cada vez.
En primer lugar es necesario entender que si Jesús nos manda tomar nuestra cruz de cada día, es porque eso es necesario y bueno para nosotros, aunque pueda ser doloroso. No es masoquismo.
¿Por qué? Hay varias razones.
Dios sabe sacar bien del mal
Antes que nada es necesario entender que no comprendemos el plan de Dios: “Mis caminos no son los mismos de ustedes, dice Yavé” (Is 55,8).
La visión que Dios tiene de las criaturas y la historia, es mucho más completa y perfecta de la que tenemos. Para entender esto es necesario que no queramos ser nosotros mismos el patrón y el criterio para valorar el bien o el mal. Esto es tener fe en Dios.
No porque alguien no vea el lado positivo de una desgracia, puede afirmar que este lado bueno no existe. “Dios sabe sacar bien del mal” (cf. Rm 8,28), dice san Agustín.
Si no, no habría permitido que nos alcance el dolor. Él prefirió eso a impedir al hombre ser libre y hasta poder equivocarse. Sin la libertad, hasta para errar, el hombre no sería a su imagen.
Cristo asumió el dolor y la muerte de cada hombre hasta las últimas consecuencias. “A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él” (2Co 5,21).
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