La expansión de los villancicos abarca varios siglos y es una mezcla de prácticas religiosas y populares
La costumbre de cantar en Navidad se remonta a las primeras celebraciones conocidas de la Navidad, del siglo IV, pero estos himnos carecían del tono alegre de los villancicos actuales.
Uno de los himnos navideños más antiguos es el himno de la Iglesia Latina Veni, Redemptor Gentium, escrito por san Ambrosio, obispo de Milán (340-397).
Clement A. Miles, autor de la obra clásica Navidad en el Ritual y en la Tradición: Cristiana y pagana (1912), destaca que el himno representa “sólo el aspecto teológico de la Navidad […]; No hay un sentimiento de la pathos humana ni poesía en la escena de Belén”.
Otros himnos de este tipo se incorporan a la liturgia de la Iglesia en Navidad, incluyendo el himno del poeta español Prudentius (384-413), Corde natus ex parentis; A Solis Ortus Cardine, de Coelius Sedulius (d. 450); y Jesu, Redemptor Omnium.
Phos Hilaron (Oh Luz gozosa), de la antigua Iglesia griega, se dice que fue escrito en el siglo III o IV. No fue escrito específicamente para Navidad, y se usa en las Iglesias orientales en Vísperas. No obstante, se canta alguna tarde en los servicios de Navidad en las iglesias ortodoxas, católicas, anglicanas y luteranas.
Estos primeros himnos son densos, solemnes y muy teológicos; comunican las doctrinas de la Encarnación y de la Redención. Pero no sirven para describir la escena – como hacen los villancicos – de la realidad humana del nacimiento de Cristo.
La “revolución franciscana”
Muchos, erróneamente, atribuyeron los primeros villancicos a san Francisco de Asís, que tenía una particular devoción al Niño Jesús. Pero no hay villancicos conocidos cuyo autor sea san Francisco. Lo que sí introdujo él fue el belén, la escena navideña.
De acuerdo con su biógrafo Tomás de Celano (1200-1265), el santo había querido recrear “el recuerdo del Niño que nació en Belén para ver con los ojos del cuerpo las inconveniencias de su infancia, cómo yacía en el pesebre flanqueado por un buey y un asno”.
Por esta razón, muchos atribuyen a san Francisco el “espíritu de la Navidad”. Clement A. Miles lo destaca en su texto clásico sobre las tradiciones de la Navidad, sin olvidar “el lado divino de la Natividad, que se deleita en su sencilla humanidad”.
Este santo sí escribió Psalmus in Nativitate (Salmo para el día de Navidad), que habla del nacimiento del Niño “que yacía en el pesebre porque no tenía sitio en la posada”. Sin embargo, el primer villancico no se escribiría hasta después de su muerte.
Se dice que los franciscanos que seguían a san Francisco escribieron los primeros “villancicos”. Se diferenciaban de los antiguos himnos cristianos en que se escribían en el idioma del lugar y trataban la escena de la Natividad y al mismo Cristo con una cálida familiaridad.
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